Investigadores del Centro de Investigación Biomédica en Red- Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn) aseguran que la contaminación ambiental puede predisponer a padecer obesidad y otras patologías derivadas del sobrepeso como la diabetes tipo 2, gracias al papel que juegan algunas sustancias tóxicas, llamadas químicos disruptores endocrinos, en la alteración del sistema endocrino.
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Investigadores del Centro de Investigación Biomédica en Red- Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn) aseguran que la contaminación ambiental puede predisponer a padecer obesidad y otras patologías derivadas del sobrepeso como la diabetes tipo 2, gracias al papel que juegan algunas sustancias tóxicas, llamadas químicos disruptores endocrinos, en la alteración del sistema endocrino.
MADRID, 29 (EUROPA PRESS)
Investigadores del Centro de Investigación Biomédica en Red- Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn) aseguran que la contaminación ambiental puede predisponer a padecer obesidad y otras patologías derivadas del sobrepeso como la diabetes tipo 2, gracias al papel que juegan algunas sustancias tóxicas, llamadas químicos disruptores endocrinos, en la alteración del sistema endocrino.
Estos compuestos químicos están presentes en los alimentos y en multitud de productos de uso cotidiano (como perfumes, plásticos, cosméticos o champús) y, al interaccionar con el sistema endocrino, hacen que el organismo acumule grasa y no músculo.
La mayoría de estos compuestos químicos que, al ser solubles en las grasas, se acumulan en ellas con mayor facilidad y pertenecen al grupo de los contaminantes orgánicos persistentes (COPs), son productos sintéticos --mayoritariamente pesticidas e insecticidas-- de baja biodegradabilidad, que se mantienen durante mucho tiempo en el ambiente y se acumulan en la cadena alimenticia.
"De su enorme persistencia nos da una buena idea que todavía hoy detectemos DDT en el 88 por ciento de la población general, cuando este pesticida se prohibió hacia 1975", explica el investigador del CIBERobn y presidente de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), Javier Salvador.
La exposición de los seres vivos a los disruptores endocrinos es universal, ya que se encuentran repartidos por todo el mundo como consecuencia de un empleo generalizado, sobre todo en la producción agrícola y en la pesca, a través de los vertidos de aguas residuales.
Además, estos compuestos acumulados en la grasa son transmitidos a la descendencia a través de la madre durante la gestación y después en la lactancia.
Los científicos creen que estos tóxicos también aumentan el riesgo de dos trastornos muy relacionados con la obesidad, como el síndrome metabólico y la resistencia a la insulina.
Según explica el doctor Salvador, "la obesidad visceral promueve la liberación de ácidos grasos libres que llegan al hígado y contribuyen a generar resistencia a la insulina, lo que favorece la diabetes". Por ello, "la exposición simultánea a varios COP puede contribuir al desarrollo de obesidad, dislipidemia y resistencia a la insulina, los precursores más comunes de la diabetes".
También hay otros estudios recientes que indican que los plásticos de policarbonato como el bisfenol A, que se utilizan sobre todo en los populares 'tuppers', podrían contribuir a generar diabetes al ser sometidos a altas temperaturas.
Asimismo, una investigación de la Universidad Miguel Hernández, de Elche, analizó a ratas embarazadas expuestas a este compuesto durante los 19 días que dura la gestación de este animal. Todas desarrollaron diabetes gestacional, mientras que las crías también acabaron siendo diabéticas a los seis meses de nacer (lo que en seres humanos equivaldría a tener unos 40 años).
LA OBESIDAD TAMBIÉN CONTAMINA
No obstante, Salvador y su equipo reconocen que entre contaminación y obesidad existe una relación bidireccional. Así, aunque hasta ahora existen numerosos estudios que sugieren que la primera predispone a la segunda, el sobrepeso, además de las múltiples enfermedadesque puede provocar, también tiene un efecto adverso sobre la conservación y sostenibilidad del medio natural.
Hay diversos estudios que así lo demuestran, como el realizado por la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y publicado en el 'International Journal of Epidemiologogy' en 2009, que reveló que cada persona obesa es responsable, en promedio, de casi una tonelada más de emisiones de dióxido de carbono por año que una persona delgada, lo que significa agregar 1.000 millones de toneladas del gas por año en una población de 1.000 millones de personas con sobrepeso.
Minimizar las emisiones de dióxido de carbono es un factor clave para desacelerar el cambio climático. Cuando se trata de la ingesta de alimentos, desplazarse en un cuerpo pesado es como conducir un coche grande que consume mucha gasolina.
Sirva como ejemplo en este sentido un estudio del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos que calculó que entre 1960 y 2002, se podían haber ahorrado el 0,7 por ciento de las emisiones de CO2 y del consumo de combustible si los pasajeros de los vehículos no fueran obesos. Traducido a números, se consumieron más de 3.700 millones de litros de gasolina a mayores por culpa del sobrepeso de los americanos en esos 42 años.
(EuropaPress)
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