domingo, 11 de julio de 2010

CARTA A UN HIJO

CARTA A UN HIJO
Hijo, el día que estemos viejos y tu madre y yo ya no seamos los mismos, ten paciencia...

Cuando alguno de nosotros derrame comida sobre nuestras ropas, o yo olvide cómo atarme los zapatos... solamente compréndenos, recuerda las horas que pasamos pacientemente enseñándote lo que ahora nosotros no podemos hacer bien.

Si cuando converses con nosotros repetimos la misma historia que tú conoces de sobra cómo termina, no interrumpas y escucha... piensa que cuando eras pequeño, para que te durmieras, tuvimos que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas tus ojitos.

Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te avergüences, comprende que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlar como antes mi cuerpo... piensa cuántas veces te ayudamos de niño y estuvimos pacientemente a tu lado esperando a que terminaras lo que estabas haciendo.

No me reproches si alguna vez no quiera bañarme: no me regañes por ello, recuerda los momentos que te perseguía y los mil pretextos que inventaba para hacerte más agradable tu aseo.

Acepta y perdona al niño que ahora somos, cuando nos veas inútiles e ignorantes frente a todos lo aparatos tecnológicos que ya no podremos entender,te suplicamos darnos todo el tiempo que sea necesario para no lastimarnos con una sonrisa burlona... acuérdate que fuimos nosotros los que te enseñamos tantas cosas: comer, vestirte, y la educación para enfrentar la vida, tan bien como lo haces, son el producto de nuestro esfuerzo, perseverancia y amor por ti.

Cuando en algún tiempo, mientras conversamos nos lleguemos a olvidar del tema del que estamos hablando, danos todo el tiempo que sea necesario hasta que recordemos, y si no lo hacemos, no te burles... tal vez no era importante lo que hablábamos pero a nosotros nos basta con que sólo nos escucharas ese momento.

Si alguna vez ya no queremos comer, no insistas.
Sabemos cuánto podemos hacer y cuánto no debemos hacer... también comprende que con el tiempo ya no tenemos dientes para morder ni gusto para sentir.

Cuando nos fallen las piernas por estar cansadas para andar, danos una mano tierna para apoyarnos... como lo hicímos cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernecitas.

Por último, cuando nos oigas decir que ya no queremos vivir y sólo desearíamos morir, no te enfades... algún día entenderás que ésto no tiene que ver con tu cariño ni con cuanto te amamos... trata de comprender que entonces ya no vivímos, sino sobrevivímos y eso no es vivír... siempre quisímos lo mejor para tí y hemos preparado los caminos que has debido recorrer.

Piensa entonces que con el paso que nos adelantamos a dar, estaremos construyendo para tí otra ruta en otro tiempo, pero siempre contigo. No te sientas triste o impotente por vernos como nos ves.

Danos tu corazón, compréndenos y apóyanos como nosotros lo hicímos cuando empezaste a vivir, de la misma manera como te hemos acompañado en tu sendero te ruego nos acompañes a terminar el nuestro.

Danos amor y paciencia que te devolveremos con gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tenemos para tí.

MEDICOS DEL PROGRAMA MEDICINA EN LA COMUNIDAD DE LA UAG.DICEMBRE 1999.

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