domingo, 8 de enero de 2012

De Redondela a las prótesis mamarias tóxicas


Los ciudadanos se han convertido, ante la pasividad de las autoridades sanitarias, en un filón para genocidas y desaprensivos ansiosos de dinero

Ángel Ruiz Cediel
@angelruizcediel
Jueves, 29 de diciembre de 2011, 11:47

¡Y luego dicen que las drogas son cosas de cárteles y gente de mal vivir! Donde hay un duro, dice el saber popular, hay una mafia, y habría que añadir que esta mafia prolifera y se asienta como un mal endémico en la sociedad cuando ninguna autoridad la persigue, se la permite maniobrar tan libre como legalmente y puede perpetrar cualquier clase de genocidio o matanza de indefensos ciudadanos, con el fin de embolsarse unos cuantos eurillos por cada vida que siegan o mutilan. Y no, a pesar de sus maneras, intereses y coberturas, no me estoy refiriendo a la SGAE ni a nada de eso.

Fue allá por el 72 cuando estalló el llamado Caso Reace, como consecuencia de que unos desaprensivos del más alto nivel -¿les suena?- jugaron con el aceite por allá por Redondela, desaparecieron cientos de toneladas de aceite en operaciones truchas con otras sociedades, se enriquecieron algunos prebostes, hubo asesinatos de familias enteras cuando se levantó la liebre, ajustes de cuentas en las cárceles, “accidentes” en plan Chicago y tal, y un par de bindundis pagaron con unos añitos de cárcel los enormes dolos producidos, intoxicaciones aparte y salvamentos legaloides de poderosos entre paréntesis. Por ahí arriba hay algunos que probablemente se acuerden de ello: pregunten.

En el caso Reace, el del aceite de Redondela, pasó lo que pasó y no pasó nada, claro. Lo mismo que con Sofico o con Matesa, aunque en estos casos no hubiera muertes sino sólo un par de pringados que, al igual que en el caso anterior, pagaron con penas de cárcel, haciendo a las mil maravillas el papel de cabeza de turco que tan bien se les da a los poderes políticos desde siempre. ¿Les suena la estrategia? Y como el jamón de la tropelía podía se deglutido sin que pasara nada de nada a los poderosos angurrientos, como es lógico, lejos de arrugárseles el ombligo a los muy pillos, se dieron cuenta que esto era un coto de caza privado y que quien tuviera escasez de escrúpulos podía amasar una fortunita en un decir Jesús a costa de las vidas de sus semejantes. Y, con algunos entremeses más o menos sonados de intoxicaciones y atentados contra la salud pública, en el 81 llegó inopinadamente el caso del Aceite de la Colza o Síndrome del Aceite Tóxico. En esta ocasión, y según fuentes, los adulteradores que supuestamente desviaron a consumo humano un aceite tóxico industrial, con el fin de ganarse unas seis a diez pesetas por litro (varias vidas podía costar ese litro), asesinaron entre 1100 y 3000 personas directamente y afectaron seriamente entre 30000 y 60000 más, produciéndoles distintos daños más o menos permanentes, pero todos ellos terribles. Un genocidio en toda regla, en fin, que, sin embargo, se liquidó con el procesamiento de 38 personas, de las cuales fueron condenadas 13 y sólo 3 cumplieron alguna pena de cárcel; los muertos, siguen muertos, claro está, y muy buena parte de los afectados siguen como pueden con sus lesiones irreversibles, y colorín, colorado. Así está la cosa, qué le vamos a hacer.

Como no pasaba nada serio y cualquiera podía hacer negocio en crudo, dada la severidad de las penas, se abrió la veda en España y poco después en el mundo. Y ahí le fueron con todo: gripes aviarias y porcinas, medicamentos que supuestamente protegían el corazón (se ve que a base de infartos), alarmas mundiales difundidas por la OMS para mayor gloria de resultados de farmacéuticas y tal, etc., desde entonces han estado a la orden del día (o del año, ya veremos qué se inventan este invierno que no termina de llegar), haciendo las delicias de los depredadores humanos.

Así está la cosa, aunque se calle y no aparezca en los noticieros, y lo está en masa, sin importar ya a quién o de qué modo se atraca para hacerse los nuevos mafiosos con el botín de apropiarse de lo que no es suyo. Desde lo más alto de la sociedad, los más ricos o poderosos, a los coyunturales puestos políticos de pueblos ignotos, aquí todo el mundo va de asalto en atraco de guante blanco (o negro), porque ya no hay límites, Dios ha muerto y las leyes las hacen ellos. Y está así la cosa en lo político y en lo económico y en lo militar. Ahí tienen el ensayo de Argentina, cómo atracaron a todo un país sin que pasara nada, y cómo los mismos han atracado ya a todo el mundo con esta crisis que sólo beneficia a los que la han producido; o ahí tienen a la Marcha Verde y cómo se apropiaron de un país, y cómo con la misma técnica han caído otro montón de ellos, como Egipto, Libia, Yemen, Siria en breve, tal vez Rusia, etc.; o, todavía, ahí tienen cómo juegan con Oriente Medio y las guerras intestinas para que el petróleo valga lo que vale, a la vez que venden armas por aquí y por allá, si bien con riesgo de que la angurria les haga perder el control y terminemos todos, como es más que probable muy en breve, como tres por cuatro calles con un holocausto nuclear, dando razón de ser a la Ecuación de Valenzetti.

Con un puntito y aparte de esos negocios en crudo a lo bestia de los grandes trush financieros, que ya se han hecho con Italia y con Grecia en plan golpe de mano legaloide que ha dejado a la democracia en paños muy menores y bastante violada (que no morada), desde hace un año tenemos silenciosamente en la palestra, entre otras barbaries de ésas que se les cuelan a las autoridades sanitarias –bastante tienen con sus manías liberticidas de prohibir fumar y todo eso-, la cosa de los implantes mamarios tóxicos, artificio merced al cual algunos desaprensivos se han dado cuenta que utilizando silicona de fontanero en vez de materiales demostradamente inocuos para la salud en los implantes, pues se ganan uno o dos eurillos más por prótesis, y si se muere la paciente, pues que la entierren. En Francia, el escándalo estalló en 2010, año en que a partir de marzo las autoridades sanitarias de ese país no sólo cerraron la fábrica que perpetraba esta barbaridad lindante con el genocidio, sino que se embarcaron en la ardua tarea de operar a las más de 30000 francesas que tenían prótesis mamarias de esta marca para evitar muertes indeseadas, tal y como se produjo alguna. Cosa, claro que sucedió en Francia, que es decir en otro planeta, porque esas mismas prótesis se han estado usando en España, con la consiguiente alarma de decenas de miles de mujeres que llevan una bomba de relojería en sus senos, nunca mejor dicho, aunque aquí, como es tradicional, ni hay alarma sanitaria ni pasa nada de nada. España, por si no se han enterado, es diferente.

Lo curioso de este caso, además de asegurarnos por la vía de la certificación que seguimos en las mismas, para mejor saber de aquéllos que no han querido enterarse, es que esto es el Tercer Mundo y se puede hacer lo que sea porque no va a pasar nada, más allá de que quienes tienen implantados estos bustos protésicos están en un sin vivir tal que no saben qué puede suceder con ellas. Después de todo, son nada más que ciudadanas, especialmente si no son importantes personajes o no son ricas, y ellas, además de a su familia, no les importan a nadie. Ni siquiera para que las proporcionen información “oficial”, digamos. Si viven o mueren, es lo de menos. Sólo son parte del negocio… de los desaprensivos, y están abandonadas a su suerte. Hay que ahorrar, ya saben, y no se puede gastar ni siquiera en ocuparnos de noticias de este calado, porque tenemos que dar la impresión de que todo está de perlas y de que nos dirigimos a un futuro espléndido. Debe ser, claro, en una fosa colectiva. Aquí, hasta el Potito saca tajada. Y es que como dijo aquella egregia irresponsable sociata, el dinero público no es de nadie. Y se ve que la vida tampoco, que ésta pertenece a los depredadores humanos que acechan desde los poderes políticos, farmacéuticos, económicos o financieros.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos)

http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/79041/de-redondela-a-las-protesis-mamarias-toxicas

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