El Glutamato Monosódico, GMS, es un aditivo usado desde hace seis décadas en sopas y luego en alimentos infantiles de la industria norteamericana.
A pesar de que ratas alimentadas con GMS sufrieron destrucción de la retina, no fue sino hasta diez años después que el doctor Olney (Universidad de Washington, 1970) presentó un informe al Senado demostrando que también daña otras partes del cerebro, la industria se comprometió a suprimirlo de los alimentos infantiles.
Sin embargo, está legalizado como aditivo por la FDA. Aunque la etiqueta del producto ultraprocesado no diga que contiene GMS, el fabricante usa treinta nombres distintos, como caseinato de calcio, aromatizantes naturales, carragenina... Todos GMS.
El GMS lo contienen todas las sopas de sobre, cubitos, consomé, espaguetis instantáneos, productos bajos en grasa y vegetarianos para mejorar el sabor. Es un hidrolizado de proteínas, o glutamato. Por tanto, son aminoácidos libres.
Nuestro organismo está diseñado para digerir, absorber y asimilar proteínas enteras, no está programado para utilizar aminoácidos libres que, ingeridos, pasan velozmente a la sangre y los niveles se multiplican por 24 veces. Estos niveles se comportan como toxinas que sobreexcitan a las células nerviosas (excito-toxinas).
El glutamato es un neurotransmisor propio del cerebro. Lo utiliza en concentraciones bajísimas. Cuando se eleva demasiado se producen radicales libres muy tóxicos que oxidan todos los componentes celulares, dañan el ADN y llevan a la muerte celular.
Exceptuando el hipotálamo, el resto del cerebro dispone de una barrera que impide la elevación ocasional de glutamato producida por alimentos.
No puede eliminar concentraciones muy elevadas de excito-toxinas que se obtienen al comer diario y varias veces meneítos, doritos, tortillitas, salsas, y productos dietéticos que contienen GMS.
La misma barrera protectora del cerebro se vuelve porosa ante infecciones, fiebre, hipoglucemia, enfermedades neurodegenerativas y la vejez, permitiendo la inundación de glutamato. Por ello, debería prohibirse el consumo de productos con GMS a personas en esta situación.
La industria aduce que los niveles de GMS son muy bajos. Aunque dosis no tóxicas no matan la neurona, alteran su funcionamiento, especialmente a nivel del hipotálamo, que regula la función hormonal, funciones de los sistemas simpático y parasimpático, sueño, hambre, latidos cardíacos.
Efectos nocivos se han encontrado en ratas adultas, embarazadas y bebés alimentados con GMS. También en otras especies animales. No se necesita ingerir mucho GMS porque el adulto humano es cinco veces más sensible que la rata y el infante humano lo es cuatro veces más que el adulto.
Para escribir su libro ¨Excitotoxinas: sabores que matan¨ el Neurocirujano doctor Russel Blayloc analizó centenares de investigaciones. “Las crías nacidas de madres alimentadas con GMS eran pequeñas, con órganos reducidos, y a medida que crecieron desarrollaron obesidad, triglicéridos elevados, fertilidad disminuida (o esterilidad), agresividad permanente, pubertad prematura, y para siempre empobrecidas la inmunidad y función intelectual.
Al medir los neurotransmisores en la prole, tenían disminuidas la norepinefrina (indispensable en la atención y concentración) y en 80% la acetilcolina (vital en aprendizaje y memoria).¨ Existirá Responsabilidad Social Empresarial, RSE, cuando la etiqueta del producto con GMS diga que su consumo es dañino durante el embarazo y antes de tres años de edad.
Cuando los lactantes de los sectores pobres inician las comiditas, sus madres influenciadas por el mito de que “las sopas son alimenticias”, les dan sopas empacadas “de pollo¨ (sin pollo y con GMS). Es almuerzo de varias veces por semana.
Por tabúes transgeneracionales tienen terror de enseñarles a comer huevo, frijoles y carne, comparativamente de inferior costo y excelente valor nutricional que deberían comer a diario, previniendo la desnutrición crónica infantil.
La industria fortalece continuamente este mercado con megapublicidadad. Los sobres de sopa son adheridos a los envases de leche en polvo como una promoción; los techos del Huembes invitan a su consumo.
A lo largo y ancho del país también las sopas Maruchán han venido a sustituir comidas saludables para cenas de la población con menos recursos.
El incremento progresivo de las enfermedades crónicas no transmisibles entre la población adulta joven nicaragüense posiblemente es el efecto acumulativo de una alimentación conteniendo excitotoxinas, Jarabe de Maíz de Alta Fructosa, grasas trans y una vida sedentaria.
“Soberanía Alimentaria” sería cubrir los techos del Mercado Huembes con mensajes que promuevan el consumo de alimentos frescos, nutritivos, saludables, libres de excito-toxinas.
* Máster en Nutrición y Seguridad Alimentaria
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/273829-sopas-toxicos