Por primera vez disminuyen los niveles en sangre de los compuestos tóxicos persistentes
Aun así solo el 4% de la población tiene cantidades reducidas
MIQUEL PORTA Barcelona 13 MAR 2012 - 00:56 CET6
La contaminación atmosférica y la alimentación son las dos vías de entrada al organismo de los compuestos tóxicos persistentes. / TEJEDERAS
Los niveles sanguíneos de compuestos tóxicos persistentes(CTP) descendieron de forma significativa en los habitantes de Barcelona entre 2002 y 2006. Los policlorobifenilos (PCB, productos de origen industrial que suelen contaminar a dosis bajas los alimentos grasos) disminuyeron más de un 30%; el DDT (plaguicida prohibido hace más de 30 años), descendió un 39%, mientras que los niveles de su principal metabolito, el DDE, lo hicieron un 53%. El hexaclorobenceno (un fungicida) y el beta-hexaclorociclohexano (un compuesto relacionado con el insecticida lindano) disminuyeron un 53% y un 50%, respectivamente. La magnitud del descenso en los niveles corporales de los tóxicos fue similar en mujeres y hombres, algo mayor en las personas más jóvenes, y mayor en las personas obesas.
Es la primera vez que una ciudad española analiza las concentraciones sanguíneas de compuestos tóxicos persistentes en dos momentos diferentes; tampoco lo ha hecho ninguna comunidad autónoma. Barcelona integró tales análisis en los sondeos o encuestas de salud que se realizaron en muestras representativas de su población en 2002 y 2006. Otras ciudades llevan a cabo encuestas de salud, pero ninguna ha analizado nunca la contaminación interna por CTP. En los dos años mencionados los métodos epidemiológicos y químicos fueron idénticos, garantizando así la validez de la comparación. Nuestro estudio lo publica la revista Science of the Total Environment. Los resultados, en líneas generales, deberían ser extrapolables al resto de España, aunque habría que estudiarlo y tener en cuenta los condicionantes de cada lugar.
Las razones de la disminución no están claras. Lo más verosímil es que se deba primordialmente a las políticas de control de los CTP en alimentos desarrolladas durante décadas por las autoridades y empresas que operan en la ciudad.
Las mezclas de CTP que habitualmente se detectan en las poblaciones del planeta tienen efectos inmunosupresores, inflamatorios, neurotóxicos, metabólicos, endocrinos, epigenéticos o cancerígenos. Existen amplios conocimientos científicos —aunque no siempre concluyentes, como es habitual en ciencia— de que estos compuestos aumentan el riesgo de diversos cánceres (como los linfomas no-Hodgkin), infertilidad, asma, párkinson, diabetes, problemas tiroideos o de aprendizaje. Es pues plausible que la contaminación por CTP explique una parte relevante de la carga de enfermedad que sufrimos.
Entre los ciudadanos existen grandes diferencias en su contaminación; por ejemplo, el nivel sanguíneo más alto de DDE hallado en una persona (8.227 nanogramos/gramo, ng/g) fue 1.100 veces superior al de quien tuvo menos (7 ng/g); las concentraciones de otros compuestos son en unas personas centenares de veces superiores a las de otras. Las razones de las diferencias interindividuales en la impregnación corporal por tóxicos no están claras, aunque esta suele aumentar con la edad y el peso.
El control de la producción de alimentos favorece el descenso
Ocho de los 19 CTP analizados se detectaron en la mayoría de la población barcelonesa: el DDT se detectó en la sangre del 97% de los participantes y el DDE en el 100%, mientras que el hexaclorobenceno y el beta-hexaclorociclohexano se detectaron en un 98% y un 97%, respectivamente. El número mínimo de contaminantes que se detectó en una persona fue de cinco, y el máximo, 15. Por tanto, la totalidad de la población almacena estos compuestos. El 72% de los barceloneses acumula en su cuerpo 10 o más tóxicos; ese porcentaje era el 90% en 2002. Los datos son en buena medida extrapolables a otras poblaciones españolas. Los 19 contaminantes analizados son una cifra modesta en relación a las decenas de compuestos que pueden detectarse en un ciudadano medio.
Muchos estudios analizan los niveles de cada CTP individualmente, no conjuntamente; observan entonces que una mayoría de la población tiene niveles muy inferiores a los de una relativa minoría. Este hecho —y la proverbial ceguera ante lo obvio, que también afecta a los científicos— ha hecho que durante años se creyese que apenas nadie tiene concentraciones altas de tóxicos. Lo que ha resultado ser falso, como ha puesto de relieve otro estudio nuestro, basado en una muestra representativa de la población de Cataluña, de inminente publicación en la revista Environment International. El punto de partida es la ignorancia existente a nivel mundial acerca de una cuestión muy simple: ¿todos los individuos con niveles corporales bajos de algunos contaminantes tienen concentraciones asimismo bajas de otros contaminantes? (y, por tanto, la minoría que tiene concentraciones altas de algunos las tienen también altas de otros compuestos); ¿o más bien ocurre que algunos individuos con concentraciones bajas de ciertos contaminantes tienen concentraciones altas de otros? La respuesta correcta ha resultado ser la segunda: más del 58% de los 919 miembros de la muestra tuvieron concentraciones altas de uno o más de los 19 CTP analizados; el 34% de la población tiene niveles altos de tres o más tóxicos. Entre las mujeres de 60 a 74 años, el 48% tiene concentraciones altas de seis o más compuestos. Tan solo el 4% de la población catalana tiene concentraciones bajas de todos los CTP analizados. Por tanto, algunos subgrupos de ciudadanos acumulan mezclas de CTP a concentraciones altas.
Las sustancias se acumulan en el tejido graso animal
Las componentes del sistema económico global causantes de la actual crisis generaron numerosas prácticas y productos financieros que -con curiosa sinceridad- se denominan tóxicos. La metáfora tiene la virtud de aludir a la naturaleza venenosa de las causas de la crisis y a sus perniciosos efectos. Pero entre éstos no contabiliza la carga de sufrimiento, enfermedad y muerte que el sistema vigente contribuye a causar. Es más, todos sabemos que esta no es una crisis exclusivamente financiera o económica, sino una crisis de ciertos modelos de economía, política y cultura. Disminuir la contaminación humana por compuestos que no son tóxicos metafóricamente, sino literalmente, exige que promovamos otros sistemas de economía, cultura y sociedad. Debemos promover políticas públicas y privadas más humanas, saludables y socialmente eficientes -otras políticas sobre ganadería y agricultura, consumo y seguridad alimentaria, condiciones laborales, energía, medio ambiente y salud pública.
Es tiempo de que las organizaciones ciudadanas hagan aumentar el cumplimiento de las normas jurídicas autonómicas, estatales e internacionales -como la Ley General de Salud Pública y el Convenio de Estocolmo- que establecen que los gobiernos (central, autonómicos y municipales) deben vigilar y controlar la contaminación interna por compuestos ambientales. Sería toda una señal de que ya funcionan los nuevos valores, conocimientos y políticas que necesitamos para salir auténticamente de la crisis, por tantos motivos en verdad tóxica.
jueves, 15 de marzo de 2012
Crece el peligro de los medicamentos falsificados
por Maximiliano Sbarbi Osuna - @bruixland | 11.03.12
La adulteración de fármacos creció un 400% en cuatro años. Concentraciones de elementos tóxicos en cremas de belleza, antibióticos y en drogas contra la malaria ponen en riesgo la salud de miles de personas. La falta de control en Internet potencia el peligro. ¿Cómo se puede detectar y combatir la proliferación de la falsificación de los medicamentos?
Medicamentos adulterados
Ante la proliferación de medicamentos y productos de belleza adulterados y falsificados, la Organización Mundial de la Salud (OMS) adoptó una nueva resolución para identificarlos.
En un reciente informe, la OMS destacó que en 2010 el valor de las ventas de medicamentos falsos ascendió a 75.000 millones de dólares, un 400% más que en 2005.
Mientras que el Pharmaceutical Security Institute, una sociedad estadounidense sin fines de lucro, advirtió que en 2010 fueron 2054 los medicamentos falsificados o de contrabando que pudieron detectar.
En Asia, se concentró la mayor cantidad de drogas adulteradas, al detectarse 1073 medicamentos. Sin embargo, esto no significa que Europa, América Latina y Estados Unidos se encuentren a salvo, ya que el no haberse descubierto una cantidad tan grande de falsificaciones se debe a que lograron burlar los controles aduaneros y de Salud.
¿CUÁLES SON LOS PRODUCTOS FALSIFICADOS?
La empresa farmacéutica Pfizer, que fue la primera en producir penicilina a escala industrial y la que lanzó el sildenafilo (Viagra) en 1998, detectó que los más de los dos mil productos falsificados pertenecen principalmente a tres grupos: antibióticos, antimaláricos y cremas para aclarar la piel.
También alertó sobre las frecuentes falsificaciones en el paracetamol y el sildenafilo.
A fines de 2011, Pfizer presentó un documento en el que la adulteración de antibióticos produjo muertes y resistencias a los tratamientos de quimioterapia.
Se detectaron bajas o nulas concentraciones de la droga y hasta componentes diferentes a los anunciados en la etiqueta de los medicamentos analizados. Los antibióticos falsos fueron localizados en su gran mayoría en países en vías de desarrollo.
La falsificación de los medicamentos contra la malaria es una acción grave, porque de acuerdo a la OMS esta enfermedad puede tratarse si las drogas son suministradas con celeridad.
De acuerdo con el informe de Pfizer, el impacto del fraude de los antimaláricos se ubicó casi en su totalidad en África, que presenta la mayor presencia de este mal.
Entre 2002 y 2010 en 11 países africanos se observó la presencia de la cloroquina, que se suele utilizar en los medicamentos contra la malaria, combinada con otras drogas, que de acuerdo con el documento producen cepas más resistentes, por lo tanto se obtiene el efecto contrario a la cura.
En tanto, las cremas para aclarar la piel son utilizadas principalmente en Europa por la población de origen africano. Pfizer encontró altas concentraciones de glucocorticoides peligrosas para la salud.
MEDICAMENTOS ILEGALES EN INTERNET
La OMS alertó sobre el crecimiento de sitios web que ofrecen medicamentos ilegalmente por no estar registrados ni autorizados para esa función. En su informe, señala que en septiembre pasado se detectaron casi mil páginas de Internet que presentaban esta irregularidad.
Ante la insistencia de la Eurocámara, la OMS insta a las páginas webs que vendan medicamentos a llevar un logotipo común para todo el mercado de la Unión Europea.
Otras medidas que recomienda la OMS es implementar un código de identificación individual de cada unidad de medicamentos, para evitar las falsificaciones. Además, estableció requisitos para la manipulación de estos productos por terceros, para no perder el seguimiento de cada medicamento.
MAYOR PELIGRO EN PAÍSES SUBDESARROLLADOS
Los países en vías de desarrollo son más vulnerables a la ineficacia del servicio de vigilancia de fármacos y la ausencia de una red capaz de suplir las necesidades sociales de los individuos.
Además, el alto costo de las drogas por causa de los monopolios de las patentes de los medicamentos produce que la falsificación o adulteración sean más corrientes que en los países industrializados.
De acuerdo con el informe de Pfizer, los medicamentos adulterados contenían restos de ácido bórico, pintura, metales pesados, arsénico, níquel y hasta polvo de ladrillo.
Es indispensable que se refuercen los controles en las droguerías, farmacias, centros de distribución, en las aduanas y sobre todo en Internet, de donde parece provenir una de las mayores amenazas por la cantidad de medicamentos a la venta sin inspección y también por la penetración internacional de la Red.
Ante la alarma de la OMS, que indicó que en Asia se producen la gran mayoría de los medicamentos falsificados, el gobierno de China aseguró que intensificará el control en su territorio y las ventas al exterior de fármacos.
La Unión Europea ya está tomando sus recaudos. Los países africanos son vulnerables por la malaria y por el subdesarrollo, como también lo es América Latina.
Un compromiso firme de control estatal y una mayor inversión en salud es la forma más precisa de evitar la comercialización de medicamentos adulterados.
La adulteración de fármacos creció un 400% en cuatro años. Concentraciones de elementos tóxicos en cremas de belleza, antibióticos y en drogas contra la malaria ponen en riesgo la salud de miles de personas. La falta de control en Internet potencia el peligro. ¿Cómo se puede detectar y combatir la proliferación de la falsificación de los medicamentos?
Medicamentos adulterados
Ante la proliferación de medicamentos y productos de belleza adulterados y falsificados, la Organización Mundial de la Salud (OMS) adoptó una nueva resolución para identificarlos.
En un reciente informe, la OMS destacó que en 2010 el valor de las ventas de medicamentos falsos ascendió a 75.000 millones de dólares, un 400% más que en 2005.
Mientras que el Pharmaceutical Security Institute, una sociedad estadounidense sin fines de lucro, advirtió que en 2010 fueron 2054 los medicamentos falsificados o de contrabando que pudieron detectar.
En Asia, se concentró la mayor cantidad de drogas adulteradas, al detectarse 1073 medicamentos. Sin embargo, esto no significa que Europa, América Latina y Estados Unidos se encuentren a salvo, ya que el no haberse descubierto una cantidad tan grande de falsificaciones se debe a que lograron burlar los controles aduaneros y de Salud.
¿CUÁLES SON LOS PRODUCTOS FALSIFICADOS?
La empresa farmacéutica Pfizer, que fue la primera en producir penicilina a escala industrial y la que lanzó el sildenafilo (Viagra) en 1998, detectó que los más de los dos mil productos falsificados pertenecen principalmente a tres grupos: antibióticos, antimaláricos y cremas para aclarar la piel.
También alertó sobre las frecuentes falsificaciones en el paracetamol y el sildenafilo.
A fines de 2011, Pfizer presentó un documento en el que la adulteración de antibióticos produjo muertes y resistencias a los tratamientos de quimioterapia.
Se detectaron bajas o nulas concentraciones de la droga y hasta componentes diferentes a los anunciados en la etiqueta de los medicamentos analizados. Los antibióticos falsos fueron localizados en su gran mayoría en países en vías de desarrollo.
La falsificación de los medicamentos contra la malaria es una acción grave, porque de acuerdo a la OMS esta enfermedad puede tratarse si las drogas son suministradas con celeridad.
De acuerdo con el informe de Pfizer, el impacto del fraude de los antimaláricos se ubicó casi en su totalidad en África, que presenta la mayor presencia de este mal.
Entre 2002 y 2010 en 11 países africanos se observó la presencia de la cloroquina, que se suele utilizar en los medicamentos contra la malaria, combinada con otras drogas, que de acuerdo con el documento producen cepas más resistentes, por lo tanto se obtiene el efecto contrario a la cura.
En tanto, las cremas para aclarar la piel son utilizadas principalmente en Europa por la población de origen africano. Pfizer encontró altas concentraciones de glucocorticoides peligrosas para la salud.
MEDICAMENTOS ILEGALES EN INTERNET
La OMS alertó sobre el crecimiento de sitios web que ofrecen medicamentos ilegalmente por no estar registrados ni autorizados para esa función. En su informe, señala que en septiembre pasado se detectaron casi mil páginas de Internet que presentaban esta irregularidad.
Ante la insistencia de la Eurocámara, la OMS insta a las páginas webs que vendan medicamentos a llevar un logotipo común para todo el mercado de la Unión Europea.
Otras medidas que recomienda la OMS es implementar un código de identificación individual de cada unidad de medicamentos, para evitar las falsificaciones. Además, estableció requisitos para la manipulación de estos productos por terceros, para no perder el seguimiento de cada medicamento.
MAYOR PELIGRO EN PAÍSES SUBDESARROLLADOS
Los países en vías de desarrollo son más vulnerables a la ineficacia del servicio de vigilancia de fármacos y la ausencia de una red capaz de suplir las necesidades sociales de los individuos.
Además, el alto costo de las drogas por causa de los monopolios de las patentes de los medicamentos produce que la falsificación o adulteración sean más corrientes que en los países industrializados.
De acuerdo con el informe de Pfizer, los medicamentos adulterados contenían restos de ácido bórico, pintura, metales pesados, arsénico, níquel y hasta polvo de ladrillo.
Es indispensable que se refuercen los controles en las droguerías, farmacias, centros de distribución, en las aduanas y sobre todo en Internet, de donde parece provenir una de las mayores amenazas por la cantidad de medicamentos a la venta sin inspección y también por la penetración internacional de la Red.
Ante la alarma de la OMS, que indicó que en Asia se producen la gran mayoría de los medicamentos falsificados, el gobierno de China aseguró que intensificará el control en su territorio y las ventas al exterior de fármacos.
La Unión Europea ya está tomando sus recaudos. Los países africanos son vulnerables por la malaria y por el subdesarrollo, como también lo es América Latina.
Un compromiso firme de control estatal y una mayor inversión en salud es la forma más precisa de evitar la comercialización de medicamentos adulterados.
El último refugio de la 'niña burbuja'
En un remoto poblado del desierto de Arizona viven aislados 60 enfermos hipersensibles a los contaminantes
Cuando las tormentas del desierto le permiten abrir la ventana, Jennyfer ve a lo lejos montones de cactus, chumberas y yucas. Más allá, donde la vista casi no alcanza, el Lago Seco, las Montañas Blancas, el parque nacional del Bosque Petrificado y macizos rocosos imponentes arañados por los vientos. Cerca de 300.000 km2 de tierra árida, inviernos suaves, veranos de infierno y aire puro, muy puro. ¡Esto es Arizona, baby!
De vecinos, Jennyfer, nacida en Valladolid, España, tiene a una exejecutiva de Silicon Valley, un broker de Chicago, un bombero de Nueva York... Todos ellos viviendo en medio de la nada. Con lo mínimo. Sesenta personas que eligieron el autodestierro para poder sobrevivir. Le llaman comunidad terapéutica de Snowflake, un lazareto al revés. Ellos no contagian a nadie. Al contrario. Es la vida moderna, con sus pesticidas, su aire sucio, sus pegamentos, sus perfumes y un sinfín más de químicos industriales, la que los ha envenenado hasta la enfermedad y los obliga al aislamiento.
Azucena García levanta el teléfono a la sexta llamada.
-¿Hola, quién es...?- pregunta una voz apagada al otro lado del Atlántico.
Ni se imagina que el Mundo la ha localizado en pleno desierto, a más de 9.000 kilómetros de Madrid. Cambia el tono, se alegra, bendice el detalle.
-Vengo de lavar la ropa en casa de una vecina -dice ya más animada-. No podemos tener ni lavadora. Jenny, ahora, tampoco puede estar cerca de aparatos eléctricos. No lo resiste. Le dan vértigos y mareos, se fatiga mucho...
Jennyfer Sausa, la hija de Azucena, es un caso extremo. Tiene grado 4, el nivel más agudo de sensibilidad química múltiple (SQM). La sufre desde los 17 años (ya cumple 27). Escondida. Huyendo de un lado para otro con su madre para al menos poder respirar. Primero por media España viajando las dos en un viejo Fiat mientras buscaban un lugar sano. Ahora por el interior salvaje de EE.UU., allí donde los western de verdad.
-Lo que peor se lleva es no tener más a mano las cosas...
-¿A qué se refiere?
-A la comida, por ejemplo. Aquí todos están muy enfermos. Igual que Jenny, no pueden comer lo que los demás comemos ni siquiera beber el agua embotellada. Su organismo está tan sensible que cualquiera de estas personas podría morir, explica.
Va para nueve meses que "la niña burbuja" olvidada y su madre emprendieron, con ayuda de El Mundo y la Fundación Adecco, el vuelo a Dallas, Texas, EE.UU. Su destino de curación era el Environmental Health, referencia mundial en el tratamiento de la sensibilidad química múltiple. Habían recorrido cerca de 10.000 kilómetros. Y de ahí a Arizona.
-Tuvimos que salir corriendo de la ciudad en un todoterreno que nos prestaron, cuenta Azucena.
Otra huida. Otro destino. No se le ocurrió otra cosa al dueño del apartamento que habían alquilado que ponerse a pintar en otra vivienda suya cercana. Y Jenny, claro, no lo soportó.
"Yo sabía, por Internet, que existía un poblado de estos enfermos en Arizona, se lo comenté por teléfono al doctor William Rea, quien trataba a mi hija, y para allá nos fuimos sin mirar atrás". Cargaron las medicinas básicas y la comida en el Toyota pick up y pusieron rumbo al desierto de Arizona. Dos días conduciendo por carreteras y caminos de arena. "Como lo hacían las viejas caravanas de colonos". Al llegar: "la primera sensación que tuvimos era de que el tiempo se había detenido", recuerda Azucena, 45 años.
Snowflake (Copo de nieve, lo bautizaron los primeros colonos, allá por 1878, por las nevadas que de vez en cuando caen en invierno) alberga a sus afueras la única comunidad en el mundo de afectados por SQM. Unos 60 vecinos, entre mujeres y hombres. Todos se ayudan. Como Bill, un bombero de Nueva York, quien se trasladó allí en 1990 tras descubrirse que su esposa había desarrollado sensibilidad química. Ahora Bill ayuda a algún vecino a construir su casa sin tóxicos.
Jenny es la más joven y la última en llegar a esta tierra "de curación".
-Mamá, aquí sí respiro- fue lo primero que le dijo a su madre cuando, tras recorrer más de 1.400 km desde Dallas, por fin llegaron a las puertas de Snowflake, antaño territorio único de apaches y navajos.
Su casa, de planta baja, tiene las paredes forradas de metal, igual que el tejado. Se la alquilaron a la familia de una enferma fallecida. Los tabiques interiores están recubiertos con pinturas orgánicas y los suelos son de cerámica. Nada en la casa que desprenda partículas sintéticas de origen industrial. Ni olor. Es la ley en Snowflake.
Bruce McCreary, 65 años, es uno de los voluntarios de ese lazareto. Llegó a principios de los 90. Trabajaba como ingeniero en una fábrica de aviones, en Mesa, una ciudad mediana de Arizona. El contacto con productos químicos destruyó sus defensas. Hoy, más recuperado, ayuda a otros vecinos a construir sus nuevas casas sin plásticos ni colas ni barnices. "En ello nos va la vida a todos", justifica.
Otros, como Kathy Hemenway, una exejecutiva del Silicon Valley, California, han optado por tunear su hogar. Las corrientes eléctricas, además de los químicos industriales, le dan náuseas y siente un cansancio extremo. Así que Kathy se ha blindado contra las ondas electromagnéticas. La nevera, por ejemplo, se desconecta mediante un detector de movimiento cada vez que se acerca a la cocina. Otro vecino ha metido el televisor en una especie de embudo de metal, de más de dos metros de largo, a través del cual ve las imágenes, manteniéndose así alejado de la pantalla y de los componentes electrónicos.
Sin saber unos de los otros, quienes llegan a Snowflake cargan con historias casi calcadas a la de Jennyfer. Como la del agente inmobiliario Gary Gumbel, de 54 años, un broker de Chicago a quien los pesticidas esparcidos por las afueras de la ciudad, donde vivía, arruinaron tanto su salud que tenía que estar enchufado día y noche a una bomba de oxígeno. O Susan Molloy, 56 años y también enferma, a quien se le atribuye la fundación de este poblado tan especial en 1994: "Tengo suerte, ahora estoy más sana que algunas personas".
-¿Y Jenny? ¿Se recupera?
-Al no tener contaminantes cerca, va mejor. Vino con 41 kilos y ahora pesa 52.
-Estando a dos días de viaje de Dallas, apenas podrá ver el médico a su hija. ¿Cómo se arreglan?
-A distancia- dice Azucena-. Todas las semanas el doctor Rea me llama por teléfono. Y si Jenny necesita atención, la llevo a un médico que está a dos horas de aquí y conoce la historia.
Ninguna de las "mujeres burbuja" de Snowflake -mayoría en el lugar- podrá jamás regresar a su ciudad. Jenny, la primera. Como ella, llevan en la sangre veneno de pesticidas, conservantes, mercurio... No pueden usar champús, ni suavizantes, ni pasta de dientes. Ni siquiera vestir ropa normal, pisar una moqueta o simplemente pasear entre la gente corriente.
-Aquí vive un chico, de unos 30 y tantos, que anda desnudo -cuenta Azucena- porque su piel ya no soporta el contacto con la ropa. Lleva mucho tiempo sin salir de casa. Tampoco hay para elegir. La ausencia absoluta de distracción es lo que más echan en falta los vecinos de Snowflake. Ni un café adaptado, ni un cine, ni una pista de deporte, ni siquiera un lugar de reunión donde matar la horas charlando o jugando a las cartas. Aquí cada enfermo vive intramuros. Con el ancho desierto por horizonte.
Jenny le pidió que nos hiciera llegar unas palabras; ella no puede escribir, es alérgica a las ondas electromagnéticas del ordenador y al papel.
-Diles, mamá, que soy la prueba viva de un mundo irracional y peligroso. Que somos las víctimas ocultadas de esa comida insana, de tantos productos que enferman pero llenan las teles y las revistas de anuncios. Y diles, que no esperemos a que las leyes prohíban lo que nos está matando. Cambiemos cada uno nuestra forma de vida...
-¿Volverán a España?
-De momento, este es un viaje sin retorno. EL MUNDO
Paco Rego n Madrid
http://expreso.ec/expreso/plantillas/nota.aspx?idart=3060109&idcat=19308&tipo=2
Cuando las tormentas del desierto le permiten abrir la ventana, Jennyfer ve a lo lejos montones de cactus, chumberas y yucas. Más allá, donde la vista casi no alcanza, el Lago Seco, las Montañas Blancas, el parque nacional del Bosque Petrificado y macizos rocosos imponentes arañados por los vientos. Cerca de 300.000 km2 de tierra árida, inviernos suaves, veranos de infierno y aire puro, muy puro. ¡Esto es Arizona, baby!
De vecinos, Jennyfer, nacida en Valladolid, España, tiene a una exejecutiva de Silicon Valley, un broker de Chicago, un bombero de Nueva York... Todos ellos viviendo en medio de la nada. Con lo mínimo. Sesenta personas que eligieron el autodestierro para poder sobrevivir. Le llaman comunidad terapéutica de Snowflake, un lazareto al revés. Ellos no contagian a nadie. Al contrario. Es la vida moderna, con sus pesticidas, su aire sucio, sus pegamentos, sus perfumes y un sinfín más de químicos industriales, la que los ha envenenado hasta la enfermedad y los obliga al aislamiento.
Azucena García levanta el teléfono a la sexta llamada.
-¿Hola, quién es...?- pregunta una voz apagada al otro lado del Atlántico.
Ni se imagina que el Mundo la ha localizado en pleno desierto, a más de 9.000 kilómetros de Madrid. Cambia el tono, se alegra, bendice el detalle.
-Vengo de lavar la ropa en casa de una vecina -dice ya más animada-. No podemos tener ni lavadora. Jenny, ahora, tampoco puede estar cerca de aparatos eléctricos. No lo resiste. Le dan vértigos y mareos, se fatiga mucho...
Jennyfer Sausa, la hija de Azucena, es un caso extremo. Tiene grado 4, el nivel más agudo de sensibilidad química múltiple (SQM). La sufre desde los 17 años (ya cumple 27). Escondida. Huyendo de un lado para otro con su madre para al menos poder respirar. Primero por media España viajando las dos en un viejo Fiat mientras buscaban un lugar sano. Ahora por el interior salvaje de EE.UU., allí donde los western de verdad.
-Lo que peor se lleva es no tener más a mano las cosas...
-¿A qué se refiere?
-A la comida, por ejemplo. Aquí todos están muy enfermos. Igual que Jenny, no pueden comer lo que los demás comemos ni siquiera beber el agua embotellada. Su organismo está tan sensible que cualquiera de estas personas podría morir, explica.
Va para nueve meses que "la niña burbuja" olvidada y su madre emprendieron, con ayuda de El Mundo y la Fundación Adecco, el vuelo a Dallas, Texas, EE.UU. Su destino de curación era el Environmental Health, referencia mundial en el tratamiento de la sensibilidad química múltiple. Habían recorrido cerca de 10.000 kilómetros. Y de ahí a Arizona.
-Tuvimos que salir corriendo de la ciudad en un todoterreno que nos prestaron, cuenta Azucena.
Otra huida. Otro destino. No se le ocurrió otra cosa al dueño del apartamento que habían alquilado que ponerse a pintar en otra vivienda suya cercana. Y Jenny, claro, no lo soportó.
"Yo sabía, por Internet, que existía un poblado de estos enfermos en Arizona, se lo comenté por teléfono al doctor William Rea, quien trataba a mi hija, y para allá nos fuimos sin mirar atrás". Cargaron las medicinas básicas y la comida en el Toyota pick up y pusieron rumbo al desierto de Arizona. Dos días conduciendo por carreteras y caminos de arena. "Como lo hacían las viejas caravanas de colonos". Al llegar: "la primera sensación que tuvimos era de que el tiempo se había detenido", recuerda Azucena, 45 años.
Snowflake (Copo de nieve, lo bautizaron los primeros colonos, allá por 1878, por las nevadas que de vez en cuando caen en invierno) alberga a sus afueras la única comunidad en el mundo de afectados por SQM. Unos 60 vecinos, entre mujeres y hombres. Todos se ayudan. Como Bill, un bombero de Nueva York, quien se trasladó allí en 1990 tras descubrirse que su esposa había desarrollado sensibilidad química. Ahora Bill ayuda a algún vecino a construir su casa sin tóxicos.
Jenny es la más joven y la última en llegar a esta tierra "de curación".
-Mamá, aquí sí respiro- fue lo primero que le dijo a su madre cuando, tras recorrer más de 1.400 km desde Dallas, por fin llegaron a las puertas de Snowflake, antaño territorio único de apaches y navajos.
Su casa, de planta baja, tiene las paredes forradas de metal, igual que el tejado. Se la alquilaron a la familia de una enferma fallecida. Los tabiques interiores están recubiertos con pinturas orgánicas y los suelos son de cerámica. Nada en la casa que desprenda partículas sintéticas de origen industrial. Ni olor. Es la ley en Snowflake.
Bruce McCreary, 65 años, es uno de los voluntarios de ese lazareto. Llegó a principios de los 90. Trabajaba como ingeniero en una fábrica de aviones, en Mesa, una ciudad mediana de Arizona. El contacto con productos químicos destruyó sus defensas. Hoy, más recuperado, ayuda a otros vecinos a construir sus nuevas casas sin plásticos ni colas ni barnices. "En ello nos va la vida a todos", justifica.
Otros, como Kathy Hemenway, una exejecutiva del Silicon Valley, California, han optado por tunear su hogar. Las corrientes eléctricas, además de los químicos industriales, le dan náuseas y siente un cansancio extremo. Así que Kathy se ha blindado contra las ondas electromagnéticas. La nevera, por ejemplo, se desconecta mediante un detector de movimiento cada vez que se acerca a la cocina. Otro vecino ha metido el televisor en una especie de embudo de metal, de más de dos metros de largo, a través del cual ve las imágenes, manteniéndose así alejado de la pantalla y de los componentes electrónicos.
Sin saber unos de los otros, quienes llegan a Snowflake cargan con historias casi calcadas a la de Jennyfer. Como la del agente inmobiliario Gary Gumbel, de 54 años, un broker de Chicago a quien los pesticidas esparcidos por las afueras de la ciudad, donde vivía, arruinaron tanto su salud que tenía que estar enchufado día y noche a una bomba de oxígeno. O Susan Molloy, 56 años y también enferma, a quien se le atribuye la fundación de este poblado tan especial en 1994: "Tengo suerte, ahora estoy más sana que algunas personas".
-¿Y Jenny? ¿Se recupera?
-Al no tener contaminantes cerca, va mejor. Vino con 41 kilos y ahora pesa 52.
-Estando a dos días de viaje de Dallas, apenas podrá ver el médico a su hija. ¿Cómo se arreglan?
-A distancia- dice Azucena-. Todas las semanas el doctor Rea me llama por teléfono. Y si Jenny necesita atención, la llevo a un médico que está a dos horas de aquí y conoce la historia.
Ninguna de las "mujeres burbuja" de Snowflake -mayoría en el lugar- podrá jamás regresar a su ciudad. Jenny, la primera. Como ella, llevan en la sangre veneno de pesticidas, conservantes, mercurio... No pueden usar champús, ni suavizantes, ni pasta de dientes. Ni siquiera vestir ropa normal, pisar una moqueta o simplemente pasear entre la gente corriente.
-Aquí vive un chico, de unos 30 y tantos, que anda desnudo -cuenta Azucena- porque su piel ya no soporta el contacto con la ropa. Lleva mucho tiempo sin salir de casa. Tampoco hay para elegir. La ausencia absoluta de distracción es lo que más echan en falta los vecinos de Snowflake. Ni un café adaptado, ni un cine, ni una pista de deporte, ni siquiera un lugar de reunión donde matar la horas charlando o jugando a las cartas. Aquí cada enfermo vive intramuros. Con el ancho desierto por horizonte.
Jenny le pidió que nos hiciera llegar unas palabras; ella no puede escribir, es alérgica a las ondas electromagnéticas del ordenador y al papel.
-Diles, mamá, que soy la prueba viva de un mundo irracional y peligroso. Que somos las víctimas ocultadas de esa comida insana, de tantos productos que enferman pero llenan las teles y las revistas de anuncios. Y diles, que no esperemos a que las leyes prohíban lo que nos está matando. Cambiemos cada uno nuestra forma de vida...
-¿Volverán a España?
-De momento, este es un viaje sin retorno. EL MUNDO
Paco Rego n Madrid
http://expreso.ec/expreso/plantillas/nota.aspx?idart=3060109&idcat=19308&tipo=2
UN CASO DE SÍNDROME QUÍMICO EN VIGO
Una viguesa con sensibilidad química múltiple vive recluida en una 'burbuja'
La trata un internista del Hospital Xeral y barajan como posible causa una intoxicación por metales pesados
R.SUÁREZ. VIGO - 15-03-2012
Una viguesa de 37 años, Angélica Gato Vila, padece Síndrome Químico Múltiple, una enfermedad poco conocida que la mantiene recluida en una habitación 'burbuja' en su casa de Bembrive.
Angélica, en el recinto adaptado para ella y separado por un cristal del resto de la casa. Fuera, su marido y su hija. La tele y el ordenador también están tras el cristal, lejos de ella. (Foto: LYDIA MIRANDA)
Para salir de esta habitación, Angélica necesita una mascarilla especial y otra distinta para ir a la calle, aunque solo tiene autonomía por unas horas. Su marido, Francisco Pérez Vila, es su principal apoyo. Impresiona la capacidad de adaptación de esta pareja, lo mucho que han aprendido sobre la enfermedad y el amor que parece existir entre ellos.
La enfermedad, que evolucionó de forma drástica en los últimos tres años, les obligó a realizar un estricto control medioambiental de la casa, a cambiar los muebles('el pino le perjudica'), a crear el recinto exclusivo de Angélica o la habitación donde ventilan todas las cosas de uso personal, desde la ropa hasta el papel higiénico, a renunciar a utilizar productos químicos como desodorante, colonia y todo tipo de jabones y detergentes (lavan la ropa con bicarbonato), y a restringir al máximo las salidas al exterior. Su espíritu de lucha se ha multiplicado. 'Todos los días salgo a hacer un recado, voy con la mascarilla, y el 95% de los días vamos a las siete de la tarde al monte porque es el único sitio al que puedo ir y respirar aire limpio, vamos con lluvia, con frío, es como el café que te puedes tomar tú pero nosotros lo llevamos en un termo', explica. Si alguna vez están quemando rastrojos, suben más arriba y no es la primera vez que llegan al campus universitario.
Angélica llevaba años siendo más sensible de lo normal a muchas cosas, pero desde hace tres años tenía que irse de una gasolinera o de un sitio muy cargado o con fumadores porque se encontraba mal. Después empezaron a poner barreras con gente que venía muy perfumada o con olor a suavizante hasta que empezó a usar unas mascarillas especiales, porque cada vez había más cosas que le provocaba esas crisis respiratorias, tos prolongada y cansancio.
Creen que su enfermedad se debe a una suma de factores. Está el hecho de haber trabajado un año en una empresa de limpieza y que 'el mundo está contaminado', pero finalmente están considerando la posibilidad que se deba a una intoxicación por metales pesados, porque tiene seis amalgamas dentales de plata y mercurio. Es también el hilo del que está tirando el médico internista del Hospital Xeral que trata su caso, Daniel Portela. Hasta llegar a él, pasaron decenas de visitas al médico de cabecera para explicarle que se mareaba, que tenía un sarpullido por todo el cuerpo, nauseas, cansancio. Casi siempre le daban un broncodilatador. Al final llegó la cita con la alergóloga del Xeral Carmen Marcos, que tras reunirse con su equipo concluyó que se trataba de una sensibilidad química múltiple y la remitían a un hospital de Barcelona mediante una solicitud extracomunitaria. Al no llegar esa cita, la remitieron a Portela, con el que están satisfechos.
‘perdí el contacto físico con mi hija, eso es lo más duro’
Una de las consecuencias de la enfermedad es que perdió el contacto físico con su hija Arancha, de 18 años, porque acercarse a ella era como una bomba de relojería, le suponía ir a la ducha, cambiarse de ropa y encontrarse mal. “Es de las cosas más difíciles de llevar”, reconoce. Arancha tiene en un armario situado fuera de la casa, en un bajo, los productos de aseo personal para no perjudicar a su madre. El marido dejó de saludar con un beso o con la mano a otras personas para no contaminarse, y hace diariamente el protocolo para convivir con ella, se lava con bicarbonato, se echa aceite de sésamo y cuando todo está en orden entra por la noche en el dormitorio del matrimonio, donde han adecuado todos los muebles, desde la cama a los armarios (son estantes sin puertas), y donde existe una primera puerta de cristal para acceder a un pequeño vestíbulo y luego otra puerta de madera. n
'Lo primero que pido es que reconozcan esta enfermedad'
Reclaman unidades hospitalarias específicas y que haya espacios públicos acotados donde se garantice el aire limpio.
R.S.. VIGO - 15-03-2012
Lo primero que pide una persona con síndrome químico múltiple es que se reconozca oficialmente la enfermedad igual que en otros países como Australia o Japón. 'Cuando Angélica entra en un hospital o en un centro sanitario, lo primero que pedimos es que no nos miren raro, que cuando entren sus datos en el ordenador salte una alarma, que entiendan lo que tiene y exista un protocolo de actuación en estos casos. Tienen derecho a ser curados', explica Francisco Pérez.
ángelica no tolera un mundo para ella contaminado y vive rodeada de barreras
En su caso, en Primaria llegaron a remitirla a un psicólogo porque consideraban que el problema podía estar en su cabeza, pero el psicólogo aseguró que no.
Cuenta ella que 'si estás mal y no tienes a una persona que mínimamente te apoye y encima te dan caña te fastidian más'.
Esto también permitiría que existiese una valoración de su minusvalía más ajustada a la realidad, el día a día de una persona que claramente no puede trabajar. 'Me reconocieron un 35% porque aparte de la fibromialgia estaba esperando la cuarta operación de rodilla (tiene una meniscopatía), pero no valoraron el síndrome químico porque estaba empezando y en la valoración solo se tienen en cuenta los informes', indica.
Otra petición es que existan unidades específicas para enfermedades de sensibilización central, como fibromialgia (Angélica está diagnosticada desde 1999), fatiga crónica o síndrome químico múltiple. En Vigo no existe esta unidad y los pacientes son tratados por el médico de cabecera, el reumatólogo, el alergólogo o por internistas.
Reclaman asimismo que haya espacios públicos donde esté garantizado el aire limpio, en los que puedan ir a respirar. 'Con que no fumen y no entre ningún vehículo ya nos dábamos con un canto en los dientes', dice el marido.
En cuanto al futuro, no existe el tratamiento para esta enfermedad medioambiental, más allá de evitar las cosas que le perjudican y de establecer barreras.
Angélica tiene sin embargo unas pastillas para las taquicardias, un tratamiento homeopático (unas gotas que son un desintoxicante), melatonina para dormir que compran por internet (no está incluida en el catálogo de medicamentos europeo) y unas pastillas con cortisona para las crisis que sufre, aunque en esos casos prefiere ir al monte a oxigenarse.
El matrimonio tuvo que tirar los muebles antiguos y el “armario” requiere una gran ventilación.
Ahora estudian la posibilidad de retirar las amalgamas dentales y tienen cita con especialistas de la unidad de fatiga crónica de Barcelona en diciembre, a la que fueron llamados tras salir a la luz su caso en el programa 'Diario de' dirigido por Mercedes Milá en la cadena Cuatro. Hace poco fueron a la Facultad de Odontología de Santiago en un viaje que fue una odisea para ambos, con parada en el monte de O Gozo a la vuelta para cambiarse la ropa 'contaminada' por otra limpia que guardaban en cajas.
La trata un internista del Hospital Xeral y barajan como posible causa una intoxicación por metales pesados
R.SUÁREZ. VIGO - 15-03-2012
Una viguesa de 37 años, Angélica Gato Vila, padece Síndrome Químico Múltiple, una enfermedad poco conocida que la mantiene recluida en una habitación 'burbuja' en su casa de Bembrive.
Angélica, en el recinto adaptado para ella y separado por un cristal del resto de la casa. Fuera, su marido y su hija. La tele y el ordenador también están tras el cristal, lejos de ella. (Foto: LYDIA MIRANDA)
Para salir de esta habitación, Angélica necesita una mascarilla especial y otra distinta para ir a la calle, aunque solo tiene autonomía por unas horas. Su marido, Francisco Pérez Vila, es su principal apoyo. Impresiona la capacidad de adaptación de esta pareja, lo mucho que han aprendido sobre la enfermedad y el amor que parece existir entre ellos.
La enfermedad, que evolucionó de forma drástica en los últimos tres años, les obligó a realizar un estricto control medioambiental de la casa, a cambiar los muebles('el pino le perjudica'), a crear el recinto exclusivo de Angélica o la habitación donde ventilan todas las cosas de uso personal, desde la ropa hasta el papel higiénico, a renunciar a utilizar productos químicos como desodorante, colonia y todo tipo de jabones y detergentes (lavan la ropa con bicarbonato), y a restringir al máximo las salidas al exterior. Su espíritu de lucha se ha multiplicado. 'Todos los días salgo a hacer un recado, voy con la mascarilla, y el 95% de los días vamos a las siete de la tarde al monte porque es el único sitio al que puedo ir y respirar aire limpio, vamos con lluvia, con frío, es como el café que te puedes tomar tú pero nosotros lo llevamos en un termo', explica. Si alguna vez están quemando rastrojos, suben más arriba y no es la primera vez que llegan al campus universitario.
Angélica llevaba años siendo más sensible de lo normal a muchas cosas, pero desde hace tres años tenía que irse de una gasolinera o de un sitio muy cargado o con fumadores porque se encontraba mal. Después empezaron a poner barreras con gente que venía muy perfumada o con olor a suavizante hasta que empezó a usar unas mascarillas especiales, porque cada vez había más cosas que le provocaba esas crisis respiratorias, tos prolongada y cansancio.
Creen que su enfermedad se debe a una suma de factores. Está el hecho de haber trabajado un año en una empresa de limpieza y que 'el mundo está contaminado', pero finalmente están considerando la posibilidad que se deba a una intoxicación por metales pesados, porque tiene seis amalgamas dentales de plata y mercurio. Es también el hilo del que está tirando el médico internista del Hospital Xeral que trata su caso, Daniel Portela. Hasta llegar a él, pasaron decenas de visitas al médico de cabecera para explicarle que se mareaba, que tenía un sarpullido por todo el cuerpo, nauseas, cansancio. Casi siempre le daban un broncodilatador. Al final llegó la cita con la alergóloga del Xeral Carmen Marcos, que tras reunirse con su equipo concluyó que se trataba de una sensibilidad química múltiple y la remitían a un hospital de Barcelona mediante una solicitud extracomunitaria. Al no llegar esa cita, la remitieron a Portela, con el que están satisfechos.
‘perdí el contacto físico con mi hija, eso es lo más duro’
Una de las consecuencias de la enfermedad es que perdió el contacto físico con su hija Arancha, de 18 años, porque acercarse a ella era como una bomba de relojería, le suponía ir a la ducha, cambiarse de ropa y encontrarse mal. “Es de las cosas más difíciles de llevar”, reconoce. Arancha tiene en un armario situado fuera de la casa, en un bajo, los productos de aseo personal para no perjudicar a su madre. El marido dejó de saludar con un beso o con la mano a otras personas para no contaminarse, y hace diariamente el protocolo para convivir con ella, se lava con bicarbonato, se echa aceite de sésamo y cuando todo está en orden entra por la noche en el dormitorio del matrimonio, donde han adecuado todos los muebles, desde la cama a los armarios (son estantes sin puertas), y donde existe una primera puerta de cristal para acceder a un pequeño vestíbulo y luego otra puerta de madera. n
'Lo primero que pido es que reconozcan esta enfermedad'
Reclaman unidades hospitalarias específicas y que haya espacios públicos acotados donde se garantice el aire limpio.
R.S.. VIGO - 15-03-2012
Lo primero que pide una persona con síndrome químico múltiple es que se reconozca oficialmente la enfermedad igual que en otros países como Australia o Japón. 'Cuando Angélica entra en un hospital o en un centro sanitario, lo primero que pedimos es que no nos miren raro, que cuando entren sus datos en el ordenador salte una alarma, que entiendan lo que tiene y exista un protocolo de actuación en estos casos. Tienen derecho a ser curados', explica Francisco Pérez.
ángelica no tolera un mundo para ella contaminado y vive rodeada de barreras
En su caso, en Primaria llegaron a remitirla a un psicólogo porque consideraban que el problema podía estar en su cabeza, pero el psicólogo aseguró que no.
Cuenta ella que 'si estás mal y no tienes a una persona que mínimamente te apoye y encima te dan caña te fastidian más'.
Esto también permitiría que existiese una valoración de su minusvalía más ajustada a la realidad, el día a día de una persona que claramente no puede trabajar. 'Me reconocieron un 35% porque aparte de la fibromialgia estaba esperando la cuarta operación de rodilla (tiene una meniscopatía), pero no valoraron el síndrome químico porque estaba empezando y en la valoración solo se tienen en cuenta los informes', indica.
Otra petición es que existan unidades específicas para enfermedades de sensibilización central, como fibromialgia (Angélica está diagnosticada desde 1999), fatiga crónica o síndrome químico múltiple. En Vigo no existe esta unidad y los pacientes son tratados por el médico de cabecera, el reumatólogo, el alergólogo o por internistas.
Reclaman asimismo que haya espacios públicos donde esté garantizado el aire limpio, en los que puedan ir a respirar. 'Con que no fumen y no entre ningún vehículo ya nos dábamos con un canto en los dientes', dice el marido.
En cuanto al futuro, no existe el tratamiento para esta enfermedad medioambiental, más allá de evitar las cosas que le perjudican y de establecer barreras.
Angélica tiene sin embargo unas pastillas para las taquicardias, un tratamiento homeopático (unas gotas que son un desintoxicante), melatonina para dormir que compran por internet (no está incluida en el catálogo de medicamentos europeo) y unas pastillas con cortisona para las crisis que sufre, aunque en esos casos prefiere ir al monte a oxigenarse.
El matrimonio tuvo que tirar los muebles antiguos y el “armario” requiere una gran ventilación.
Ahora estudian la posibilidad de retirar las amalgamas dentales y tienen cita con especialistas de la unidad de fatiga crónica de Barcelona en diciembre, a la que fueron llamados tras salir a la luz su caso en el programa 'Diario de' dirigido por Mercedes Milá en la cadena Cuatro. Hace poco fueron a la Facultad de Odontología de Santiago en un viaje que fue una odisea para ambos, con parada en el monte de O Gozo a la vuelta para cambiarse la ropa 'contaminada' por otra limpia que guardaban en cajas.
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