Una noche mientras dormía se despertó bruscamente a las tantas de la madrugada por un dolor casi insoportable en el pie: tenía un esguince. Fue uno de los primeros síntomas de los que fue consciente. Desde ese día todo no ha hecho más que empeorar. Los médicos decían que probablemente padecía una enfermedad denominada fibromialgia, pero ella no terminaba de creerlo: «¡cómo voy a tener yo eso!», respondía a los facultativos. Entre los meses de abril y octubre de 2009 el deterioro físico aumentaba por días. Y a principios de otoño de ese año, María Enma Rosales Cabrera se vio obligada a dejar su empleo como agente de seguros. Los dolores iban a peor, le costaba moverse y había perdido la capacidad de concentración de antaño.
Ahora vive en casa y sin ingresos, prácticamente arrastrándose de la cama al sillón y del sillón a la cama. Enma está sola, sin atención domiciliaria. Los servicios sociales del Ayuntamiento de Puerto del Rosario la ayudan con tres bonos de 150 euros al año para comprar alimentos; el Consistorio también le paga el alquiler, aunque empiezan a acumularse las facturas del agua y la electricidad.
De su familia no quiere o no puede hablar, porque las lágrimas están a punto de estallar en sus ojos y se le entrecorta la voz. Pese a estar en una situación de extrema necesidad, derivada de su enfermedad, Enma presenta una trasfondo de optimismo en el que aún se puede percibir la persona polifacética y trabajadora que fue en otro tiempo, cuando desde Las Palmas -su ciudad natal- vino a la Maxorata hace unos quince años y se ganaba la vida vendiendo libros de cocina canaria.
Fibromialgia y fatiga crónica cohabitan en su cuerpo, pero, según Enma, «son síndromes que no están reconocidos como discapacidades». Precisamente, la lucha de Enma es que se le reconozca que padece una discapacidad superior al 65%. Ella está segura de que supera «ampliamente» ese porcentaje, porque «así me lo han dicho los peritos». Sin embargo, espera desde hace meses por cita con varios especialistas de la seguridad social para hacerse algunas de las pruebas necesarias para obtener el certificado de discapacidad. Enma no tiene dudas de su discapacidad, su temor es que los trámites administrativos retrasen durante años la odisea en la que vive. Necesita la paga de discapacidad para asumir gastos de alquiler, alimentación, agua, luz y demás.
Enma siempre está en casa. Salir a la calle es como un paseo al infierno. Tiene que bajar unas escaleras que no puede bajar. Una ambulancia viene a por ella cuando tiene cita con el médico. A la cartera le pide que toque fuerte en la puerta, que no se vaya, porque, si se marcha, no sabe cómo ir a por el paquete certificado a Correos.
Como no puede salir de casa, porque apenas puede moverse, se comunica con el mundo por Internet. En facebook tiene una cuenta: 'Fibromialgia, Fatiga Cronica y Yo, Enma', donde se han agregado cerca de mil amigos. Los interesados en conocer más profundamente su caso o en ponerse en contacto con ella para ayudarla ya saben cómo localizarla: enviando una invitación de amistad.