El descubrimiento de las propiedades de la luz es uno de los retos pendientes de la medicina. Sus efectos sobre el organismo justifican que la tengamos más en cuenta en la vida cotidiana. Además, puede utilizarse como un remedio para dolencias frecuentes.
TEXTO NATALIA DE LA TORRE
La luz del sol hizo posible la vida en la Tierra, y proporciona vitalidad y salud a cada uno de los habitantes del planeta. De hecho, los seres vivos somos, literalmente, antorchas luminosas, aunque los humanos no seamos capaces de apreciar a simple vista nuestra propia luz. Todo lo orgánico centellea ligeramente, en una longitud de onda entre los 160 y los 800 nanómetros. Cada célula viva emite luz con una intensidad mil veces por debajo de la sensibilidad de la vista, pero puede ser fotografiada y medida.
Aún se desconoce prácticamente todo sobre el significado y las funciones de esta luz, denominada biofotónica. Quizá guarde relación con la fuerza vital de la que hablaron los pioneros del naturismo o las energías a que se refieren las medicinas orientales. Fritz-Albert Popp, uno de los descubridores de la luz biofotónica, está convencido de que sí. Según él, esta emisión sería el sistema de comunicación básico entre las células de un organismo. Sería una de las claves de la vida.
El mensaje de los biofotones
La hipótesis explicaría cómo es posible que haya orden en las 100.000 reacciones químicas que se producen por segundo en cada célula del cuerpo, cómo es posible que cada una sepa lo que tiene que hacer. En consecuencia, la pérdida de coherencia en el campo energético lumínico podría ser la causa de muchas enfermedades, en especial de aquellas que aún no se comprenden ni tienen un tratamiento eficaz.
Estudios realizados en Rusia, China y Alemania sugieren que el cuerpo está recorrido por autopistas de información a base de luz que se corresponden con los meridianos descritos por la medicina tradicional china. Pero, ¿cómo puede la luz servir para comunicaciones tan complejas? Según Popp, es posible porque la biofotónica es una luz coherente, como el láser, es decir, su ritmo de emisión es constante.
Este tipo de luz ordenada –en comparación a la difusa de una bombilla o del sol– es capaz de transmitir información, como bien saben los técnicos en telecomunicaciones. En el laboratorio, Popp ha observado que las células que pueden verse entre sí emiten luz con un ritmo sincronizado. En cambio, si se las separa mediante barreras opacas, cada una va por su lado.
Todavía no ha sido posible descodificar la información contenida en la luz biofotónica, aunque se pueden comprobar sus efectos. El biofísico Xun Shen, de la Academia China de la Ciencia, colocó células sanguíneas de cerdo en dos contenedores de cristal cercanos. En uno introdujo sustancias que causaron una reacción de rechazo en las células y, curiosamente, se produjo la misma respuesta en las células que estaban en el vaso de al lado. Cuando Shen colocó una lámina entre los dos vasos, el fenómeno no se produjo.
Otras investigaciones realizadas en Estados Unidos han demostrado que las células necesitan y buscan la luz: se dirigen hacia ella para recibir, al parecer, la información que transporta.
Sin embargo, para los científicos que no hayan profundizado en el tema, los biofotones no son más que residuos de la actividad metabólica celular. Contra este prejuicio luchan más de 40 grupos de investigadores de los biofotones en universidades y centros avanzados de todo el mundo, donde se han descubierto fenómenos como que los organismos enfermos emiten patrones de luz distintos a los sanos. Son irregulares, con puntos altos y bajos. Por ejemplo, la luz emitida por las personas enfermas de cáncer tiene una asimetría peculiar.
Todo indica que la salud no depende sólo de intercambios químicos, aunque esta sea, todavía, la creencia de la medicina convencional. La luz desempeña seguramente un papel fundamental. Los hallazgos hacen posible concebir tratamientos que actúen sobre las emisiones de luz en el ámbito celular. Por ejemplo, se podría ordenar a las células cancerígenas que no se multiplicaran y que volvieran a desempeñar su función fisiológica. Por ahora, los tratamientos que utilizan la luz están lejos de alcanzar este nivel, pero existen terapias sencillas que han demostrado su eficacia.
Terapia infrarroja
Los flashes de luz infrarroja –en la frecuencia de los 600 a los 1.000 nanómetros– aceleran la curación de heridas, favorecen el desarrollo muscular y alivian las molestias. Los científicos no saben todavía cómo se producen todos estos efectos beneficiosos, pero los tratamientos se aplican con éxito en centros experimentales patrocinados por la NASA y el Pentágono. El Warp 10, por ejemplo, es un sencillo dispositivo que ha sido creado en los laboratorios militares, y que ya puede utilizarse en casa para tratar los dolores musculoesqueléticos causados por la artrosis o la tendinitis. Los modelos pioneros fueron diseñados para objetivos tan diversos como estimular el crecimiento de las plantas o reforzar la musculatura de los astronautas. Otros aparatos han sido desarrollados para tratar la neuropatía diabética (un trastorno que puede llevar a la amputación de extremidades), o las úlceras en la mucosa oral y la garganta.
La terapia fotodinámica, por su parte, combina la acción de la luz roja brillante, un agente químico y el oxígeno para destruir selectivamente las células enfermas. Se emplea para tratar la degeneración macular, el acné severo, la psoriaris y algunos tipos de cáncer.
El sol, en el origen
Más allá de los hallazgos que realiza la ciencia sobre las propiedades de la luz, el ser humano sabe, instintivamente, que la radiación solar, la fuente esencial de luz, es básicamente beneficiosa.
Se puede sentir cómo los rayos del sol elevan el nivel de energía y mejoran el estado de ánimo, después de un viaje de 150 millones de kilómetros y de atravesar la atmósfera, que retiene la mayor parte de la radiación ultravioleta. No son apreciaciones sin importancia. El cuerpo humano es el feliz resultado de la convivencia de la vida con la luz del sol a lo largo de decenas de miles de años. Nos hallamos sumergidos en un mar de radiaciones luminosas, fuera del cual no podríamos sobrevivir.
Sin embargo, en la actualidad, el 90% de la población mundial pasa la mayor parte del día en espacios interiores iluminados artificialmente. Con el desarrollo de la economía global –jornadas interminables, sin descanso semanal en muchos casos– y de la sociedad de la información, la proporción de personas que pasan la vida frente a parpadeantes pantallas de ordenador no deja de crecer. Buena parte de la población no va a obtener la dosis de luz natural que necesita para satisfacer las necesidades del organismo, sobre todo si no se incrementa la conciencia del problema. Algunos expertos comienzan a criticar la oscuridad biológica de los entornos artificiales en que vivimos.
Cabe preguntarse cuáles son las consecuencias de este alejamiento de la principal fuente de vitalidad. “Las personas que pasan la mayor parte de su vida bajo luces artificiales pueden estar dañando su salud seriamente”, afirma Richard Wurtman, investigador del prestigioso Massachusetts Institute of Technology (Estados Unidos).
Hay varias maneras en que la luz actúa sobre el cuerpo. La más conocida es la síntesis en la piel de vitamina D, esencial para los huesos, los dientes, la vista, el corazón y el sistema nervioso. Además, la exposición a la luz solar aumenta la producción de interferón, una sustancia que reduce la presión arterial y el colesterol, y favorece la formación de las células inmunitarias necesarias para la eliminación de virus y bacterias.
Un medio de curación
También se incrementa la secreción de una serie de hormonas. Se ha comprobado que los niños crecen más durante el verano y la primavera, debido, seguramente, a la acción del sol sobre la hormona del crecimiento. Y actúa sobre el hipotálamo y la tiroides, acelerando la combustión de calorías.
La lista de efectos fisiológicos beneficiosos de la luz del sol puede llegar a ser muy larga, por lo que, cabe deducir, que las aplicaciones terapéuticas de esta misma fuente de vida debieran ser, igualmente, numerosas. Se sabe, por ejemplo, que los egipcios, griegos y romanos recurrieron a la luz solar para tratar enfermedades como la erisipela, la psoriasis o el acné. Escritos hallados en la India que datan del siglo XV describen curas contra el vitíligo –falta de pigmentación– a base de plantas y baños de sol. En 1903, el médico danés Niels Ryberg Finsen recibió el premio Nobel por crear lámparas que acababan con el lupus eritematoso. Desde los setenta, en las maternidades se emplean luces de espectro completo para curar la ictericia de los recién nacidos. Pero fue a partir de la década de los ochenta cuando las aplicaciones de la luz encontraron un nuevo uso, más allá de la piel. En aquellos años se definió el síndrome afectivo estacional, un tipo de depresión, más o menos grave, que se registra durante el invierno en las latitudes más alejadas del ecuador.
La búsqueda de tratamiento llevó, naturalmente, al uso de la luz, pero durante 20 años se cuestionó la terapia por una supuesta falta de eficacia y de fundamento científico. Las pastillas eran la única alternativa. Las cosas han cambiado, y actualmente la fototerapia es la cura elegida.
Se ha demostrado que la luz blanca, brillante, con un alto componente azulado –cuya frecuencia se halla en el rango de los 447 a 484 nanómetros–, es capaz de detener la producción de la hormona relacionada con el sueño (melatonina), y desencadenar la producción del neurotransmisor serotonina, asociado a la motivación, el estado de alerta, la energía y el bienestar. El mecanismo de acción se conoce bien: la luz llega a la retina y, a través del sistema nervioso, se activa un punto del hipotálamo, desde donde se transmite una señal a la glándula pineal, que inmediatamente suprime la producción de melatonina y estimula la de serotonina.
Alzheimer y Parkinson
La acción de la luz sobre los principales centros de control hormonales es útil para tratar trastornos tan variados como el insomnio, el Parkinson, el Alzheimer, el síndrome de fatiga crónica y alteraciones del ciclo menstrual.
En el caso del Alzheimer, la luz alivia significativamente la agitación de los enfermos. En el Parkinson, el doctor Greg Willis, del Instituto Bronowsk de Neurociencia del Comportamiento (Australia), afirma que ayuda a controlar síntomas como la depresión, el insomnio, la rigidez y el enlentecimiento, lo que permite reducir a la mitad la dosis de medicamentos, disminuyendo sus efectos secundarios. La luz también está indicada para el desánimo característico de los últimos días del ciclo femenino, especialmente en mujeres que pueden sufrir el doloroso síndrome premenstrual. Los síntomas –ansiedad, tristeza, cambios de humor, apatía, apetito de dulces, falta de concentración y dolor– son causados por una baja producción de serotonina que puede remediarse gracias a sesiones diarias, matutinas, de luz intensa durante la semana previa a la menstruación.
Alteraciones del ciclo
Un tratamiento para los casos agudos consiste en despertarse la noche previa a la menstruación, a la una o las dos de la madrugada, y recibir una sesión de luz. Esto provoca una producción extra de serotonina y reinicia el relojo biológico interno. Los beneficios son significativos en los días siguientes.
La capacidad de la luz para regular el ciclo menstrual puede ayudar en algunos casos de infertilidad. Es sabido que las mujeres con ciclos regulares de 28-34 días conciben más fácilmente que las mujeres con ciclos irregulares o más largos de 35 días. Además, las mujeres que pasan más tiempo expuestas a la luz del sol tienen menos dificultades para quedarse embarazadas. La fototerapia puede ser útil para devolver la regularidad al ciclo y aumentar las probabilidades de embarazo, evitando los costosos tratamientos de fertilidad que no están libres de efectos secundarios.
Para favorecer la fertilidad se recurre a sesiones de media hora por la mañana y por la noche, con el fin de alargar el periodo de producción de serotonina y reducir el de melatonina (esta es la hormona de la hibernación e inhibe otras hormonas relacionadas con la fertilidad). El objetivo de las sesiones nocturnas, que se realizan entre los días 13 y 17 del ciclo, es replicar el efecto de la luna llena sobre el organismo.
Las personas con síndrome de fatiga crónica –una enfermedad que no deja de crecer– pueden beneficiarse también de la luz. Los síntomas –dolor, cansancio, retraímiento, desánimo…– suelen agravarse durante el invierno, lo que sugiere una alteración de los ritmos biológicos. Las sesiones de fototerapia están, por tanto, indicadas.
Los tratamientos actuales se basan en los conocimientos acerca de la acción de la luz sobre la piel y los sistemas endocrino, nervioso e inmunitario. Pero las posibilidades son, seguramente, infinitamente mayores. Fritz-Albert Popp, junto con investigadores alemanes, rusos, indios y japoneses están recorriendo un camino que llevará en el futuro a descifrar el mensaje de la luz. Probablemente, entonces, será posible plantearse terapias que actúen sobre la trama biofotónica. Algunos autores, como Marco Bischof, sugieren que se descubrirá cómo actúan realmente terapias como la acupuntura o la homeopatía. Además, el campo de luz podría estar relacionado con fenómenos cuánticos y contribuiría a comprender la naturaleza de la conciencia y de las relaciones entre lo mental y lo material.
Mirada a un futuro luminoso
El futuro parece muy prometedor. Pero lo que ya se sabe sobre la luz debiera hacernos reconsiderar su importancia en la vida cotidiana. Hay que volver a pensar con qué tipo de lámparas nos iluminamos en casa y en el trabajo. De qué colores nos rodeamos, pues su efecto sobre el cuerpo puede ser radical (el fotógrafo, botánico e investigador John Nash Ott estaba convencido de que la luz teñida con ciertos colores puede causar enfermedades graves, mientras que otros promueven la salud). Cómo nos alimentamos, ya que unos productos aportan biofotones que cargan de luz el cuerpo, mientras que otros la bloquean. Incluso, cómo nos relacionamos con los demás: las investigaciones de Popp apuntan a que la comunicación a través de la luz es posible entre individuos, y explicaría, por ejemplo, los movimientos de los bancos de peces o de las bandadas de pájaros.
La luz puede ser el gran descubrimiento pendiente que permita al ser humano conocerse mejor y reconciliarse con el entorno natural.n
Lámparas terapéuticas
lámparas de fototerapia
Las lámparas de fototerapia de espectro amplio (con todos los colores de la luz solar), e intensidad suficiente (entre 2.500 y 10.000 lux, mucho más que los 300 lux de una bombilla normal), en sesiones de media hora a tres horas diarias, son muy eficaces para tratar el Trastorno Afectivo Estacional y los ciclos menstruales irregulares.
DESPERTADORES ‘SOLARES’
Existen lámparas despertadores que en lugar de sacarnos del sueño con un molesto zumbido lo hacen con una luz que imita el amanecer. La habitación se va llenando gradualmente de una luz brillante de amplio espectro que detiene la producción de melatonina y ayuda a regular el reloj biológico interno. Algunos modelos acompañan la luz con sonidos de naturaleza o melodías agradables.
INFRARROJOS DE BAJA ENERGÍA
Los dispositivos con LEDS de luz infrarroja de baja energía son eficaces y seguros para tratar las molestias causadas por enfermedades como la artrosis, las tendinitis y otros trastornos musculoesqueléticos. También pueden ayudar a curar las heridas postoperatorias. Existen aparatos sencillos que dirigen esta luz al interior de las fosas nasales, y con ello reducen los síntomas de alergia.
rayos uva
Son eficaces contra la dermatitis atópica severa, el acné y la psoriasis, pero los efectos positivos no se mantienen en el tiempo. Además, aumenta el riesgo de sufrir cáncer de piel.
fluorescentes compactos
Varias marcas –Osram, Phillips, Narva– ofrecen bombillas fluorescentes compactas, de ahorro, que proporcionan una luz de amplio espectro, similar a la solar. Estas bombillas se distinguen porque en la descripción técnica aparece un “número de color” igual o superior a 880 (1.000 es el color de la luz del sol).
LEDS DE ÚLTIMA GENERACIÓN
Las lámparas que funcionan con LEDS de alta luminosidad y luz blanca o blanca azulada ofrecen un buen espectro de color y tienen la ventaja sobre las fluorescentes compactas de no contener mercurio, un metal pesado altamente tóxico que puede liberarse en el medio ambiente y causar gran daño. Son actualmente la mejor opción para la iluminación de todo tipo de espacios.
La luz de los alimentos
Los alimentos no aportan sólo hidratos de carbono, proteínas, minerales, vitaminas y el resto de nutrientes conocidos. También aportan luz, que literalmente nos comemos. Según los análisis de Fritz-Albert Popp, los patrones lúminicos de los alimentos indican su frescura, vitalidad y efectos sobre la salud.
frescos y ecológicos
Curiosamente, la tecnología biofotónica revela que las emisiones más armónicas de luz pertenecen a los alimentos frescos y ecológicos, según los análisis realizados en el Instituto de Investigaciones Biofísicas de Neuss (Alemania). Los fotones de los alimentos van a parar al núcleo celular, donde se almacena, posiblemente, en la hélice del ADN.
estado natural
Los alimentos con peor calidad lumínica son los transgénicos, irradiados y viejos. Cuanto más cerca de su estado natural estén la carne, la fruta, las hortalizas, más tiempo mantienen la emisión de luz. Algunos alimentos, como los tubérculos y las coles, tienen mayor capacidad para conservar su luz.
regeneración celular
La calidad de la luz almacenada en el cuerpo es una garantía de que la regeneración celular se produce correctamente, sin errores que desencadenen enfermedades.