jueves, 25 de noviembre de 2010

¿Qué nos pasa a los médicos? AYUDAR, AUNQUE LLORE EN EL ALMA

¿Qué nos pasa a los médicos?
AYUDAR, AUNQUE LLORE EN EL ALMA
"Tras unos años de profesión se pierden el entusiasmo del principio, el afán de servicio, y la vocación por el consuelo"

Dr. Ricardo Ricci
Es muy frecuente que los médicos no encuentren recursos propios para ayudar a sus semejantes, es usual que tras unos años de profesión hayan perdido el entusiasmo del principio, el afán de servicio, y la vocación por el consuelo. Buscando y rebuscando en sus almas no encuentran más que una oquedad de sentido, un lugar vacío y frío, del que no surge la asistencia que de ellos, esperan sus pacientes. Es moneda de todos los días, bajo el régimen del sistema de salud actual, ver a los médicos descompensados, somnolientos, quebrados. La sobresaturación de trabajo tiene mil motivos diferentes, uno de ellos, quizás el que más molesta, es elmenosprecio de la profesión médica por parte de las gerenciadoras de salud que, administradas en general por profesionales ajenos a la medicina, no alcanzan a sopesar adecuadamente la misión que algunos médicos, los de verdad, desean alcanzar.

La famosa relación costo-beneficio, obliga a que en un tiempo demasiado acotado, los médicos deban atender a cantidades de pacientes, boicoteando ellos mismos la relación médico-paciente (RMP).

Una buena RMP es una aspiración genuina, y un derecho humano de los pacientes que se sienten distinguidos, individualizados, y nominados por ella, que sienten la contención por parte del médico.

Asimismo es cierto que una buena RMP es esencial para el desempeño del médico que encuentra en ella una gratificación permanente por ver realizada su vocación. En la interacción diaria con sus pacientes tiene oportunidad de evaluar los resultados de su trabajo, y de efectuar, mediante una reflexión autocrítica, la sintonía fina de su accionar.

La optimización del vínculo fugaz, y la vez histórico entre el médico y su paciente es la forma más directa y eficaz de promover al médico y asegurarle al paciente un tratamiento digno de la persona humana. La instancia interactiva patentizada en la consulta, es el medio ambiente coloquial y conductual saludable para el paciente y para el médico y debe ser salvaguardado a todo costo.

Algunos autores sostienen, creo que con toda razón, que para exponerse a ayudar a alguien primero el médico debe encontrarse en un estado de compensación con él mismo. Este estado de compensación incluye todas las variantes bio-psico-sociales y espirituales inherentes a la persona del profesional de la salud.Según ellos la eficacia terapéutica se basa en la posibilidad de ofrecerle al paciente un marco de serenidad generado por el estado de paz y de disposición asistencial y cooperativa del médico. Me parece que la opinión de estos autores, provenientes del ámbito de la psiquiatría, es de un acierto absoluto, es el ideal. Sin embargo, lo sabemos, “lo mejor es enemigo de lo bueno”. Las cosas no se dan de ese modo en la generalidad de los casos.

Sin insistir en las condiciones socioeconómicas en las que se desarrolla la actividad del médico, deseo expresar que el estado soñado de compensación previa al momento de la consulta es una perla en un océano de inestabilidad, de incertidumbre, de necesidad y de soledad por parte de aquellos que se proponen asistentes de sus prójimos. Es posible que en ese estado no puedan hacer todo el bien que podrían, pero no me cabe duda de que hacen el bien que pueden y ayudan al otro en la medida exacta de sus potencias actuales. Los estados que condicionan al médico van desde su particular modo de disponerse a relacionarse con los otros, hasta su manera particular de ser y estar en el mundo. Quizás deberíamos preocuparnos primero y más profundamente por el ‘ser’ médicos, que por ‘hacer’ de médicos. Entre el ser y el hacer hay una relación de retroalimentación innegable. Los seres humanos podemos acceder, en nuestra intimidad, a hacernos conscientes de lo que nos pasa al respecto, y efectuar los retoques que sean necesarios para nuestro desempeño saludable en interacciones saneadas.

He conocido médicos de una parquedad digna de un guardia del palacio de Buckingham, a los que no se les mueve un músculo de la cara en su interacción con el paciente, y sin embargo son generadores de diagnósticos acertados e impecables. He conocido charlatanes diletantes, que en el medio del error y del engaño hacen bien a algunos de sus seguidores. He conocido maestros absolutamente intratables, y otros que enseñan con su sola presencia y testimonio, en medio de una sencillez y austeridad encomiable. He conocido médicos que conocen exactamente los pormenores y la letra pequeña de la organización de los sistemas de salud, y otros a los que el sistema de salud los tiene sin cuidado pues ellos mismos han construido un microambiente que les permite sobrevivir ejerciendo la medicina y ayudando al prójimo. Conozco médicos con las paredes llenas de títulos y postgrados, cursos, jornadas, simposios y congresos, que a la hora de asistir al paciente, carecen totalmente de carisma y compasión. También existen los que en un consultorio de barrio apenas cuelgan una fotocopia de su título y la gente los venera como a un padre.

Hay de todo como en botica. Lo bueno, lo malo y lo feo. De toda esa variedad de especimenes de la profesión médica, entre los cuales naturalmente me encuentro; el otro, el paciente, logra hallar aquel que considera capaz de ayudarlo en alguna contingencia de su vida.

Es posible que se logre definir y delinear teóricamente un modo óptimo de interacción para ayudar al paciente. Creo, sin embargo, que las recetas, los protocolos, los manuales de procedimientos, en este caso en particular, tienen un valor relativo. Estamos nuevamente ante la cuestión de ser o no ser. Para no sonar tan obviamente shackesperiano, es la cuestión de "ser" médicos, y "hacer" las cosas que hacen los médicos. Cada uno de nosotros puede ir haciendo una corrección en ese diálogo ser-hacer, paraproducir discursos genuinos y conductas personales lo suficientemente flexibles y efectivas, para ser volcadas en las interacciones con los pacientes. Sin esta esperanza el presente trabajo carecería por completo de valor.

Aún así podemos aseverar que en el laberinto achaparrado de la RMP hay lugar para todos. Esto no debe ser interpretado como una apología del relativismo, del “todo vale”; sino que simplemente intenta describir una realidad incontrovertible que puede ser mejorada y mucho, atendiendo a criterios reflexivos y pedagógicos de optimización en competencias relacionadas directa o indirectamente con la RMP.

En esa variedad propia del quehacer de los médicos, habitualmente se encuentra solapado, puesto a un costado, menospreciado, el dolor del propio médico, el callado lamento de su soledad. Dicen que no se puede dar lo que no se tiene, ¿será verdad?. Estoy convencido de que en líneas generales es así, mas he visto dar ánimos a sus pacientes a colegas que estaban al borde de su propio colapso. He sido testigo de la actuación de médicos acuciados por sus propios miedos dando aliento, proponiendo conductas y medicando acertadamente a pacientes portadores de estados de pánico. He visto a médicos con varios by pass en sus coronarias, tratar a pacientes que presentaban cardiopatías de diversa índole y de diversa gravedad de manera firme, acertada y segura. Es posible que uno no sepa de donde salen las fuerzas para ofrecer lo que no se tiene o lo que no se sabe que se tiene, pero cuando la vocación actúa como un imperativo, lo que no se tiene, se da. Quizás lo que decimos dar, no sea más que un devolver al paciente, de manera ordenada, lo que surge del encuentro humano de la interacción médico-paciente.

He tenido oportunidad de atender a pacientes estando yo mismo al borde del desgarro interno, poniendo en un segundo plano el propio dolor. Recuerdo una vez que iba a ver un paciente mientras lloraba solo en el auto, había sufrido una pérdida familiar irreparable, me temblaban las manos y mi cuerpo tiritaba. La paciente era una señora de 75 años que permanecía desde hace tiempo postrada en su cama a raíz de un EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica). Su patología se había reagudizado, las sibilancias se escuchaban desde la puerta de su dormitorio. La consulta se desarrolló dentro de los márgenes habituales y al despedirme la señora me espetó: “gracias por darme ánimos, ahora me quedo un poco más tranquila”. Y de nuevo a llorar en el auto.

La mía es una anécdota sentida pues me recuerda mi propio estado en ese momento, sin embargo he visto a algunos de mis colegas desarrollar hazañas en medio de su propia penuria.

“El médico siempre debe estar dispuesto”. Es una máxima demasiado exigente a la que algunos médicos hacemos caso cayendo presas de nuestra propia e ilusoria omnipotencia. Nuestra vida recorre esos carriles con cierta frecuencia. Ni el médico es omnipotente, ni debe estar siempre dispuesto. Pero... ¿No es tranquilizador
para algún paciente anónimo que vive su enfermedad en la que el tiempo no pasa, en la que el dolor mengua su persona hasta casi anonadarla, tener en el puño de su mano el número de teléfono de alguien que se propone, como siempre disponible, a correr en su ayuda?

Cuando alguien se retira del consultorio llevando en su mano la receta para tratar la angina de su niño y prevé una noche de fiebres y baños templados, y escucha de su médico las palabras: “cualquier cosa me llama, sea la hora que sea”, necesariamente se produce el alivio. Ya la fiebre no será la misma fiebre, ni el desvelo el mismo desvelo.

Lo escrito suena al más recalcitrante romanticismo, y ciertamente lo es. Juzgo que no está de más dar una pincelada épica a tanta cotidianeidad rutinaria. Es cierto también, que los médicos no siempre estamos dispuestos a escuchar las penas ajenas, nos basta con las propias. Aún así, y quizás por esa misma causa, la jerarquía del servicio prestado -no siempre el óptimo-, es agradecido por el paciente en grado sumo.

La comunidad médico-paciente se edifica más solidamente en la realidad de que el dolor no es tu dolor, es nuestro dolor, tu necesidad no es tu necesidad, es la nuestra. El paciente percibe este matiz, y la labor del médico se ve sostenida, y engrandecida con la colaboración incondicionada del paciente perspicaz.


Fuente: Intramed (6/09/10)

El negocio de la psiquiatría y los psicotrópicos 2



Las ventas de estos productos representan para la APA un ingreso directo de unos 80 millones de dólares por publicación, pero ésta suma es solo un porcentaje de lo que se deriva de los manuales. El DSM y el ICD se anuncia como herramienta de diagnóstico, no solo para el tratamiento de individuos, si no que ahora para pelear la custodia de los hijos, en casos de discriminación basados en supuestas incapacidades psiquiátricas, en testimonios en los tribunales, en la educación y más. Y con cada publicación aparecen nuevos y fresquitos trastornos al gusto, con bases ni lejanamente científicas, de hecho en las últimas publicaciones cada trastorno se agregó al DSM mediante una votación de psiquiatras, donde la pregunta básicamente era: Si usted cree que esto es un trastorno, levante la mano. Y los diagnósticos son tan ridículos como inútiles, ¿Qué me dice del trastorno de articulación del habla? ¿O del trastorno de ortografía?, ¿O del de expresión escrita, intoxicación o retiro de cafeína, o el trastorno de rivalidad entre hermanos? ¿O el novedoso problema de fase de vida? Según la psiquiatría cualquier fase sentimental, humana y normal hasta ahora, es una enfermedad, incluso si usted no cree que está enfermo sufre de negación.

El Dr. Sydney Walker III, neurólogo, psiquiatra y autor de Una Dosis de Cordura dice que el DSM ha conducido a la administración innecesaria de drogas a millones de pacientes, que se habrían podido diagnosticar, tratar y curar sin el uso de medicamentos tóxicos y potencialmente letales. Mientras a miles de niños de todo el mundo se les receta ritalín o ritalina, y a los adultos antidepresivos.

Recordemos el documental de Michael Moore, Bowling for Columbine, donde dos muchachos mataron a doce estudiantes y un maestro de su colegio. La revista Insight del Washington Times expresó en un artículo llamado Armas y dosis, en junio de 1999, Aunque alarmados por los extraños ataques en las escuelas, pocos norteamericanos han notado cuántos de éstos asesinos están entre los 6 millones de niños que toman drogas psicotrópicas En este horrible suceso Harris, uno de los asesinos, tomaba Luvox, un antidepresivo con efectos secundarios que incluyen manías, irritabilidad, agresión y hostilidad.

Pero éste no es el único caso, TJ Soloman, de 15 años del Colegio Heritage, en Georgia, era tratado con Ritalín, el 20 de Mayo de 1999 abrió fuego contra sus compañeros de clase, hiriendo a seis. El 22 de mayo de 1998, Kip Kinkel de 14 años, disparó contra sus padres matándolos y luego disparó el arma en su Colegio en Sprigfield, Oregon. Donde dejó dos muertos y 22 heridos; se informó que tomaba Prozac y Ritalín y había asistido a unas clases para controlar el enojo. Por desgracia son tantos, los casos de niños matando y suicidándose que podría escribir un libro. Y a pesar de que lo nieguen, los psiquiatras conocen bien la conexión entre las drogas psiquiátricas y la violencia y el suicidio.

Para esta ciencia, el ser humano es un simple animal que responde a impulsos, colocando a la persona en una posición irresponsable ante sus propios actos, sin moral u espiritualidad, por lo tanto para ser controlada necesita de tratamientos que lo y lo alejan cada vez más de la posibilidad de encontrar bienestar para sí misma y para quienes lo rodean.

No niego que existan enfermedades mentales, y que en diferentes etapas de nuestra vida podemos estar mentalmente inestables, pero claramente las soluciones son irracionales y violentas, no hay curación de enfermos, hay sanos que son enfermados.

El negocio de la psiquiatría y los psicotrópicos 1



En estos tiempos en que nos quejamos de una sociedad en decadencia, de una sociedad enferma llena de crímenes, injusticias, suicidios, drogas, abuso y corrupción, existen miles de teorías sobre las posibles causas de estos males sociales, y son tan variadas como maléficas. Sin embargo las peores causas, y sin duda las más peligrosas son las que no conocemos o son lo suficientemente enmascaradas para controlar a una sociedad engañada.

Éste es el caso de la psiquiatría, y la industria farmacéutica asociada. Extorsión en nombre de la salud mental, un fraude gigantesco a base de mentiras y engaños cuyo costo real no se traduce sólo en los millones de dólares gastados, si no en vidas humanas.

Las drogas psicoactivas.

Para millones de personas, las drogas son uno de los problemas más graves que afectan a nuestra sociedad, sin embargo hemos pasado por alto que las drogas ilícitas representan solo un porcentaje pequeño de la cantidad total que se consumen. En la actualidad las drogas psiquiátricas no solo se usan en nuestras escuelas, hospitales, centros de rehabilitación y prisiones, si no que son utilizadas por las personas para manejar cualquier clase de males: para perder peso, para mejorar la confianza, para el insomnio, para los problemas con las matemáticas, de escritura o la concentración, hasta para la ansiedad. Y aunque son legales y a menudo reciben el nombre de medicamentos, sus efectos son más peligrosos de lo que se cree.

Las drogas psiquiátricas alteran el estado de ánimo, y no solo son capaces de alterar las formas en que una persona actúa, siente y piensa, sino además pueden alterar lo que ve. El problema con las drogas psiquiátricas es que únicamente inhiben los síntomas, mismos que se presentan de nuevo después de pasado el efecto. Al igual que las drogas ilícitas sólo proporcionan a la persona un escape temporal de sus problemas. Igualmente tienen numerosos efectos secundarios, como espasmos, gesticulaciones, inquietud severa, delirios y reacciones maniacas, ataques de apoplejía, disfunciones sexuales, confusión, mala concentración, problemas de memoria, sentimientos de pánico, alucinaciones, pesadillas, pensamientos suicidas y hostilidad. Como si todo esto fuera poco este tipo de drogas son adictivas y los síndromes de abstinencia pueden llegar a ser mucho más graves que los de una droga ilícita.

En junio del 2001, en un artículo del Washington Post se expresó que mientras que por tradición se manufacturan nuevas drogas para los trastornos existentes, en el caso de la psiquiatría el negocio es encontrar nuevos trastornos para las drogas que ya existen.

De esta forma volvemos al tema del fraude, y como lo expresa la CCDH, si de fraudes se trata, tal vez el mayor logro de la psiquiatría sea el Manual de Diagnóstico y Estadística de Trastornos Mentales (DSM) publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), y el Catálogo Internacional de Enfermedades, Sección de trastornos mentales (ICD).
Continúa...