AMBROSIO14 DE JULIO DE 2006Hace 50 años se produjo uno de los mayores desastres industriales de la historia, con cerca de 900 muertos y más de 2000 afectados. No es el mayor ya que este dudoso honor correspondería a otros como Bhopal o Chernobil. Pero si hay algo que lo identifique y nos obligue a recordarlo es que no fue un accidente, sino un claro ejemplo de negligencia, busqueda del lucro económico y desprecio al medio ambiente.
En 1956, en la ciudad de Minamata (Japón), comenzaron a aparecer personas con extraños síntomas como falta de coordinación y sensibilidad en manos y piernas, perdidas de visión y audición y, en casos extremos, parálisis e incluso muerte. Las autoridades ignoraron o minusvaloraron los primeros casos. Dado que la enfermedad estaba localizada en una zona pequeña, se considero que podría ser contagiosa lo que llevo al aislamiento y ostracismo de sus habitantes.
Fue necesaria una revuelta de los mismos en 1959 para que comenzase un estudio oficial del problema. Aún así, costo doce años determinar con exactitud las causas aunque desde el comienzo se sospechó de una empresa química cercana como responsable. Con los años, se descubrió que una factoría de la corporación Chisso había estado arrojando, de forma oculta, grandes cantidades de mercurio a una bahía cercana.
Este mercurio había entrado en la cadena alimentaría, contaminando a los peces y otros animales que formaban parte de la alimentación de los habitantes de Minamita. Los síntomas eran resultado de la intoxicación por metil mercurio, un compuesto derivado de este metal.
Incluso ahora, esta historia puede servir de ejemplo y de advertencia sobre la mezcla de intereses políticos y económicos que puede ocultar durante años un problema medioambiental. Afortunadamente, ahora existen muchos más mecanismos de control tanto legales como institucionales en la mayoría de los países. Esperemos, por el bien de todos, que sean suficientes.
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