“Entonces, ¿te diagnostico fibromialgia?”
SILVIA L. GIL / ACTIVISTA FEMINISTA
- Ilustración: Irene Cuesta.
Desde hace unos años la fibromialgia ha empezado a ser más conocida. Oímos hablar de ella y sabemos de casos cercanos de amigas, compañeras o familiares que padecen esta enfermedad, que, aunque no es sólo femenina, afecta en un porcentaje muy elevado a mujeres. Según laAsociación de Fibromialgia de la Comunidad de Madrid, esta dolencia afecta al 4% de la población total; 85% mujeres y 15% hombres. Sin embargo, ¿cómo opera social y políticamente la etiqueta “fibromialgia” sobre el cuerpo?
Que la fibromialgia haya conquistado un espacio social y simbólico tiene una lectura positiva y otra negativa. La positiva es que por fin existe algo con lo que nombrarla, lo cual es indispensable para arrancarla de su estatus de invisibilidad, primer escollo que sortear. Quienes padecen fibromialgia sufren dolor, malestar intenso y fatiga crónica invisibles. Y en muchas ocasiones, en silencio.Pueden pasar años hasta que las personas cercanas crean y comprendan lo que ocurre. “Si no tienes mala cara”, “estás exagerando” o “deberías descansar más” son respuestas recurrentes. Sin nombre preciso, esto se agudiza. La depresión no está necesariamente relacionada con la enfermedad; no ver salida real y no contar con apoyo es lo que puede provocarla. Por eso, el reconocimiento social y simbólico es una cuestión imprescindible.
Pero hay más. El reconocimiento permite acceder a bajas laborales y pensiones por invalidez hasta ahora negadas y ganadas a pulso gracias al esfuerzo de las asociaciones. Está en juego un asunto no solo simbólico, sino material: ¿cómo sobrevivir en tiempos de precariedad cuando se padece una enfermedad que muchas veces no se reconoce? Pero el reconocimiento de la fibromialgia tiene una vertiente también negativa. Las lecturas más en boga afirman que se trata de un efecto psicosomático sobre un cuerpo que se queja por algo: es una respuesta a situaciones traumáticas, a la carga de trabajo de la doble jornada en el hogar o a un modo de vida (conyugal, relacional, laboral) que provoca infelicidad. Desde algunas posiciones feministas, esta respuesta pondría sobre la mesa la dura situación en la que viven muchas mujeres.
En una entrevista reciente publicada en la nueva revista El estado mental, el psiquiatra Guillermo Rendueles afirma que la gente se encuentra más cómoda considerándose enferma que inadaptada o infeliz. El psiquiatra se apoya en que no existe una causa anatómica conocida y en que los tratamientos son ineficaces, pero en lugar de preguntarse qué ocurre para que se dé tal desorientación médica, minusvalora el peso de los aspectos biológicos, acentuando sólo los psicosociales, que no siempre son determinantes. Es más, la preponderancia de estos últimos en las interpretaciones comunes redundan en una falta alarmante de investigaciones sobre los primeros.
No es sólo psicológica
Cuando una persona acude al médico con un cuadro de fibromialgia,el desconocimiento sobre esta enfermedad no supone un acicate para nuevas investigaciones, sino que constituye, por el contrario, una evidencia para señalar causas psicológicas: se recetan ansiolíticos, antidepresivos y analgésicos. Habría que pensar cuál es la relación oculta entre el hecho de que esta enfermedad la padezcan sobre todo mujeres y su psicologización, hecho que afecta negativamente a las enfermas aumentando el sufrimiento. De este modo, se acaba responsabilizando de la cura únicamente a quienes sufren la enfermedad.
Hay quienes tras décadas de malestar afirman resignadas que morirán con dolor, pese a que cada día pelean por levantarse de la cama, por vivir. Afortunadamente hay doctoras que consideran no sólo los aspectos psicosociales, sino también los biológicos, criticando la medicina androcéntrica, el uso indiscriminado de fármacos y el desconocimiento de los factores medioambientales sobre la salud. En muchos casos no es que las pruebas médicas no den ninguna pista, es que no se están haciendo las adecuadas o se están interpretando los resultados bajo un patrón masculino desde el que es imposible comprender lo que ocurre en el cuerpo femenino.
El papel del sistema endocrino está extremadamente infravalorado;la parcelación del cuerpo impide conectar síntomas; la normalización de estados carenciales en las mujeres se traduce a la larga en enfermedades crónicas; y los efectos de los contaminantes, la píldora anticonceptiva o las terapias de sustitución hormonal están completamente invisibilizados. Esto impide que se distinga entre la fibromialgia y otro tipo de enfermedades con síntomas parecidos. Es decir, la fibromialgia se ha convertido en el cajón de sastre de enfermedades que la medicina hecha por hombres desconsidera.
La endocrinóloga Carme Valls-Llobet plantea que existen hasta 16 enfermedades que pueden confundirse con la fibromialgia: desórdenes hormonales, problemas metabólicos o enfermedades autoinmunes que la medicina ignora, invisibiliza o directamente rechaza. En muchos casos, tratar a tiempo pequeñas alteraciones hubiese permitido que no derivaran en un cuadro de difícil cura. Pero la fibromialgia se está convirtiendo en la respuesta que cierra el problema: “Ya sabes que no tiene cura, pero si quieres, yo te la diagnostico”.
Por otro modelo científico
En todas las enfermedades existe una imbricación entre los factores sociales, psicológicos y biológicos. El modo de vida y el medio ambiente son determinantes para la salud. Pero la interpretación común de la fibromialgia solo se agarra al primero en un sentido reducido, psicologicista e individualista. Mientras que no haya un cuestionamiento profundo de la epistemología científica, una apertura a las miradas feministas sobre la medicina y una crítica frontal a los contaminantes y a los fármacos que están influyendo de manera decisiva sobre el cuerpo, lo que llamamos fibromialgia no dejará de aumentar, por la falta de diagnósticos adecuados y por el empeoramiento producido por los erróneos.
Lejos de la supuesta pasividad con la que se vive la fibromialgia, las mujeres que la padecen son protagonistas en la búsqueda de la cura. También se organizan en asociaciones. No está en juego solo añadir una enfermedad más a la lista, sino cuestionar de modo profundo el modelo social que sostiene ésta y tantas otras invisibilidades. Al igual que la sensibilidad química múltiple o la fatiga crónica, se trata de una batalla política que nos habla de cómo nuestro cuerpo se rebela contra el mundo, cómo se fabrica el género en la salud, cómo gobierna la lógica del beneficio y cómo el conocimiento está supeditado a la hegemonía de la mirada androcéntrica y el paradigma de la objetividad científica. El hecho de que algo no se conozca no quiere decir que no exista, sino que hay que inventar nuevas maneras de mirar.
FUENTE: http://www.diagonalperiodico.net/Entonces-te-diagnostico.html
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