Las ventas de estos productos representan para la APA un ingreso directo de unos 80 millones de dólares por publicación, pero ésta suma es solo un porcentaje de lo que se deriva de los manuales. El DSM y el ICD se anuncia como herramienta de diagnóstico, no solo para el tratamiento de individuos, si no que ahora para pelear la custodia de los hijos, en casos de discriminación basados en supuestas incapacidades psiquiátricas, en testimonios en los tribunales, en la educación y más. Y con cada publicación aparecen nuevos y fresquitos trastornos al gusto, con bases ni lejanamente científicas, de hecho en las últimas publicaciones cada trastorno se agregó al DSM mediante una votación de psiquiatras, donde la pregunta básicamente era: Si usted cree que esto es un trastorno, levante la mano. Y los diagnósticos son tan ridículos como inútiles, ¿Qué me dice del trastorno de articulación del habla? ¿O del trastorno de ortografía?, ¿O del de expresión escrita, intoxicación o retiro de cafeína, o el trastorno de rivalidad entre hermanos? ¿O el novedoso problema de fase de vida? Según la psiquiatría cualquier fase sentimental, humana y normal hasta ahora, es una enfermedad, incluso si usted no cree que está enfermo sufre de negación.
El Dr. Sydney Walker III, neurólogo, psiquiatra y autor de Una Dosis de Cordura dice que el DSM ha conducido a la administración innecesaria de drogas a millones de pacientes, que se habrían podido diagnosticar, tratar y curar sin el uso de medicamentos tóxicos y potencialmente letales. Mientras a miles de niños de todo el mundo se les receta ritalín o ritalina, y a los adultos antidepresivos.
Recordemos el documental de Michael Moore, Bowling for Columbine, donde dos muchachos mataron a doce estudiantes y un maestro de su colegio. La revista Insight del Washington Times expresó en un artículo llamado Armas y dosis, en junio de 1999, Aunque alarmados por los extraños ataques en las escuelas, pocos norteamericanos han notado cuántos de éstos asesinos están entre los 6 millones de niños que toman drogas psicotrópicas En este horrible suceso Harris, uno de los asesinos, tomaba Luvox, un antidepresivo con efectos secundarios que incluyen manías, irritabilidad, agresión y hostilidad.
Pero éste no es el único caso, TJ Soloman, de 15 años del Colegio Heritage, en Georgia, era tratado con Ritalín, el 20 de Mayo de 1999 abrió fuego contra sus compañeros de clase, hiriendo a seis. El 22 de mayo de 1998, Kip Kinkel de 14 años, disparó contra sus padres matándolos y luego disparó el arma en su Colegio en Sprigfield, Oregon. Donde dejó dos muertos y 22 heridos; se informó que tomaba Prozac y Ritalín y había asistido a unas clases para controlar el enojo. Por desgracia son tantos, los casos de niños matando y suicidándose que podría escribir un libro. Y a pesar de que lo nieguen, los psiquiatras conocen bien la conexión entre las drogas psiquiátricas y la violencia y el suicidio.
Para esta ciencia, el ser humano es un simple animal que responde a impulsos, colocando a la persona en una posición irresponsable ante sus propios actos, sin moral u espiritualidad, por lo tanto para ser controlada necesita de tratamientos que lo y lo alejan cada vez más de la posibilidad de encontrar bienestar para sí misma y para quienes lo rodean.
No niego que existan enfermedades mentales, y que en diferentes etapas de nuestra vida podemos estar mentalmente inestables, pero claramente las soluciones son irracionales y violentas, no hay curación de enfermos, hay sanos que son enfermados.
El Dr. Sydney Walker III, neurólogo, psiquiatra y autor de Una Dosis de Cordura dice que el DSM ha conducido a la administración innecesaria de drogas a millones de pacientes, que se habrían podido diagnosticar, tratar y curar sin el uso de medicamentos tóxicos y potencialmente letales. Mientras a miles de niños de todo el mundo se les receta ritalín o ritalina, y a los adultos antidepresivos.
Recordemos el documental de Michael Moore, Bowling for Columbine, donde dos muchachos mataron a doce estudiantes y un maestro de su colegio. La revista Insight del Washington Times expresó en un artículo llamado Armas y dosis, en junio de 1999, Aunque alarmados por los extraños ataques en las escuelas, pocos norteamericanos han notado cuántos de éstos asesinos están entre los 6 millones de niños que toman drogas psicotrópicas En este horrible suceso Harris, uno de los asesinos, tomaba Luvox, un antidepresivo con efectos secundarios que incluyen manías, irritabilidad, agresión y hostilidad.
Pero éste no es el único caso, TJ Soloman, de 15 años del Colegio Heritage, en Georgia, era tratado con Ritalín, el 20 de Mayo de 1999 abrió fuego contra sus compañeros de clase, hiriendo a seis. El 22 de mayo de 1998, Kip Kinkel de 14 años, disparó contra sus padres matándolos y luego disparó el arma en su Colegio en Sprigfield, Oregon. Donde dejó dos muertos y 22 heridos; se informó que tomaba Prozac y Ritalín y había asistido a unas clases para controlar el enojo. Por desgracia son tantos, los casos de niños matando y suicidándose que podría escribir un libro. Y a pesar de que lo nieguen, los psiquiatras conocen bien la conexión entre las drogas psiquiátricas y la violencia y el suicidio.
Para esta ciencia, el ser humano es un simple animal que responde a impulsos, colocando a la persona en una posición irresponsable ante sus propios actos, sin moral u espiritualidad, por lo tanto para ser controlada necesita de tratamientos que lo y lo alejan cada vez más de la posibilidad de encontrar bienestar para sí misma y para quienes lo rodean.
No niego que existan enfermedades mentales, y que en diferentes etapas de nuestra vida podemos estar mentalmente inestables, pero claramente las soluciones son irracionales y violentas, no hay curación de enfermos, hay sanos que son enfermados.
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