viernes, 7 de septiembre de 2012

Los alimentos tóxicos que supimos conseguir: Contaminantes peligrosos imperceptibles en los alimentos (Parte 2)


23 agosto, 2012


Los alimentos que adquirimos a diario en almacenes y supermercados, aparentemente aptos para el consumo humano, suelen contener una variedad de contaminantes peligrosos. ¿Cómo saberlo? Es casi imposible ya que, a simple vista, pasan inadvertidos para la mayoría de las personas. Entre estas sustancias, existe una creciente preocupación por un grupo especial de químicos ambientales que se acumulan dentro de los organismos vivos y persisten en el ambiente por largos períodos. Se pueden encontrar principalmente en los alimentos y el agua, pero también en el aire, el suelo, y en muchos objetos. Se los conoce como contaminantes tóxicos persistentes (CTP) y se los vincula con numerosas enfermedades, cada vez más frecuentes (cáncer, malformaciones congénitas, trastornos inmunológicos, diabetes, infertilidad, etc.). Recomendaciones para saber qué hacer

Por el Dr. Sergio E. Schlimovich – Agosto 23, 2012


Durante los últimos 50 años la sociedad se ha ido transformando profundamente. La industrialización, la tecnificación y los avances en los sistemas y medios de producción han modificado notablemente el estilo de vida de las personas y, especialmente, su alimentación. Además, estos cambios han ido acompañados de la aparición y liberación al medio ambiente de un gran número de sustancias, que en muchos casos, y por muy diversas vías, han llegado a incorporarse en los alimentos. Muchas de estas sustancias son tóxicas, e ingeridas en determinadas cantidades pueden tener efectos nocivos para la salud de la población.

Algunas de estas sustancias se originan como consecuencia de las actividades propias del sistema de vida actual: la utilización de combustibles fósiles, la incineración de residuos, la extracción de minerales. Otras, en cambio, son producto de actividades industriales concretas como plaguicidas, refrigerantes de aparatos eléctricos y retardantes de llama para fabricar electrodomésticos, por citar algunos ejemplos.

En la actualidad, tanto la producción, recolección, manipulación y distribución de alimentos viene determinada por una dinámica economicista donde importa poco la calidad de lo que comemos, ni el contexto en el que son producidos. Hoy, lo que interesa es hacer un producto rentable, dejando la salud de la población en el olvido.
La contaminación implica la presencia de sustancias indeseables y, en la inmensa mayoría de los casos, los alimentos no cambian su aspecto u otras de sus características por lo que la contaminación no puede reconocerse a simple vista y pasa inadvertida para la mayoría de la población.

Los más preocupantes
En los albores de la era industrial, los contaminantes biológicos (bacterias, parásitos, hongos, etc.) mantenían el foco de atención del problema del agua y de los alimentos, en forma casi exclusiva, seguido de unas pocas sustancias químicas. Pero a medida que comienzan a liberarse al medio ambiente una serie de contaminantes químicos de distinto origen (quema de combustibles, deshechos de fábricas, químicos sintéticos, etc.), el panorama cambia completamente. Otrora, cuando los contaminantes biológicos eran fácilmente identificables y relativamente sencillos de manejar, pero con el correr del tiempo fueron dando paso a una interminable lista de productos químicos tóxicos. Entre ellos tenemos: residuos de pesticidas utilizados en la producción y manipulación de alimentos; colorantes, conservantes y estabilizadores y otros aditivos añadidos; sustancias químicas que se incorporan inintencionalmente a los alimentos como aflatoxinas, policlorobifenilos (PBC), metales pesados (mercurio, plomo y manganeso), nitratos, compuestos orgánicos persistentes (COP) y radionucleidos.

Los contaminantes químicos representan las sustancias más nocivas para la salud y la biodiversidad, en particular, un grupo especial de químicos ambientales que se acumulan dentro de los organismos vivos y persisten en el ambiente por largos períodos (20-30 años). Se pueden encontrar en los alimentos y el agua y, también, en el aire, el suelo, y los objetos que utilizamos a diario. Para referirse a esta variedad de químicos tóxicos ambientales, distintas fuentes y autores han utilizado diversas denominaciones: Contaminantes tóxicos persistentes (CTP); compuestos orgánicos persistentes (COP); sustancias tóxicas persistentes (STP); químicos tóxicos persistentes (QTP); o sustancias tóxicas bioacumulativas persistentes (TBP). Otras fuentes hacen referencia a COP y otros contaminantes tóxicos persistentes.

Químicos que alteran las hormonas

Algunos tóxicos persistentes se comportan como disruptores endócrinos (DE); es decir, interfieren la acción normal de las hormonas, y representan un tipo especial de contaminante tóxico persistente (CTP). Se han identificado hasta la fecha más de 500, sobre los que se conoce o se sospecha tienen capacidad de alterar el equilibrio del sistema endocrino de los seres humanos y de otras especies de la vida salvaje. Dado que el equilibrio de los diferentes sistemas del cuerpo humano depende de la presencia de mediadores químicos naturales, que son mayormente hormonas, y que los DE pueden interferir cualquiera de estos sistemas de distintas formas; las consecuencias de estas sustancias sobre el sistema endocrino pueden ser graves y a menudo irreversibles. Estas incluyen efectos sobre la reproducción, los caracteres sexuales, el metabolismo, el sistema inmunológico, el desarrollo cognitivo de los niños, aspectos del comportamiento psicosocial y desarrollo de cánceres genitales. Ejemplos que incluyen estas sustancias son: bisfenol-A, alquifenoles, ftalatos, vinclozolina, policlorobifenilos (PCB), hexaclorobenceno (HCB), dicloro difenil tricloroetano (DDT) y otros pesticidas clorados (dicofol y clordano, etc.), dibenzodioxinas y dibenzofuranos, entre otros.

Curiosamente, siendo los contaminantes químicos en los alimentos los de mayor preocupación debido su peligrosidad, no existen muchos estudios que comprueben sistemáticamente su presencia en los alimentos, pero bien se sabe que son muy numerosos y se encuentran en nuestra dieta de todos los días. A través de ella llegan y se almacenan en nuestro organismo donde ejercen sus efectos nocivos, muchos de ellos irreversibles.

Las evidencias

En 1999, un informe conjunto presentado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Administración de Alimentos y Drogas de Estados Unidos (USFDA), en el marco del Programa de Seguridad Alimentaria, resume una lista de los principales contaminantes alimentarios en aquel entonces (1). Por ejemplo, entre ellos se destacan varios pesticidas (aldrín, endrín, dieldrin, dicloro difenil tricloroetano, endosulfan, hexaclorociclohexano, hexaclorobenceno, heptacloro, policlorobifenilos) presentes en la leche entera, manteca, grasas y aceites animales, cereales y leche humana. Otro ejemplo es la presencia de plomo en la leche, carne fresca enlatada, riñones, cereales, frutas en conserva, condimentos, zumo de frutas, alimentos de bebés, refrescos, vino y agua envasada.

Quizá uno de los mejores estudios hasta hoy sobre contaminantes químicos alimentarios es el realizado por el Departamento de Salud de la Generalitat de Catalunya en 2005, que llevó a cabo una exhaustiva investigación con la finalidad de evaluar el riesgo potencial para la salud de la población, derivado de la presencia de contaminantes químicos en los alimentos (2).

La evaluación global del estudio de Catalunya concluye que, en el conjunto de alimentos analizados se observa que los contaminantes orgánicos persistentes (COP) se encuentran en concentraciones más elevadas en el grupo de pescados y mariscos -siendo más altas en las especies con mayor proporción de grasa- seguida de los aceites y grasas, y de los productos lácteos. Dado al carácter lipofílico (fuerte adhesión a las grasas) de los COP, las concentraciones más elevadas se encuentran en alimentos con un mayor contenido en grasa. Le siguen los naftalenos policlorados (NPC) -que se encuentran en concentraciones más elevadas en aceites y grasas, seguidos de los cereales- y el hexaclorobenceno (HCB). Los alimentos que presentan mayores concentraciones de HCB son los productos lácteos seguidos del pescado. Los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) se encuentran en concentraciones más elevadas en el grupo de los cereales y las grasas, siendo los cereales los que hacen una mayor contribución en la ingesta diaria de HAP. En cuanto a los metales, los alimentos con mayor contenido son pescados y mariscos, debido a la elevada concentración de arsénico, seguido de las grasas y cereales. Los alimentos con mayor concentración de mercurio son también pescados y mariscos, productos donde este elemento se encuentra principalmente en forma orgánica, concluye el estudio (2).

En países sojeros, como la Argentina, los plaguicidas utilizados en los cultivos de soja representan actualmente la mayor fuente de contaminación de aguas superficiales y alimentos provenientes del campo. Los plaguicidas de mayor uso para este cultivo son los herbicidas como glifosato (N-fosfonometil-glicina), y los insecticidas como clorpirifos, endosulfan y cipermetrina. Estas sustancias pertenecen al grupo de compuestos orgánicos persistentes (COP), de difícil biodegradación, y debido a su afinidad por las grasas se acumulan en el tejido adiposo de los animales y del ser humano por muchos años. Por esta razón, son extremadamente peligrosos y deben ser considerados como prioritarios para su control y/o eliminación. La exposición se da tanto en los trabajadores que los aplican, como en los consumidores de alimentos contaminados. Mientras los primeros se afectan en forma aguda, principalmente, a través de la piel y las vías respiratorias debido a los plaguicidas esparcidos por el aire; los segundos, los incorporan en forma crónica por el aparato digestivo a través de los alimentos contaminados (3).

La contaminación no es solo en la agricultura

La contaminación alimentaria no se limita únicamente a la agricultura, ya que le siguen en importancia la actividad pecuria. Las principales actividades dentro del sector pecuario se dan en la ganadería bovina y la producción avícola. Al igual que sucede en la agricultura, el mayor problema potencial que representan estas dos actividades sobre la salud humana se dan en dos situaciones: la primera, en los trabajadores de la industria del sector, y la segunda, sobre los consumidores. En ambos casos, el problema radica en la forma en que se crían los animales, y que luego irán al consumo humano, tanto como producto fresco como derivados manufacturados. La exposición prolongada a una serie de contaminantes químicos que forman parte del proceso de producción, así como del consumo, puede resultar en un efecto nocivo para la salud (3).

Existen pocos estudios dedicados a determinar la presencia de contaminantes tóxicos persistentes (CTP) en los tejidos y órganos de animales bovinos y avícolas; no obstante, se presume que se encuentran muy difundidos entre los animales -como se ha observado en la vida silvestre- y que la contaminación con CTP es mayor cuanto mayor sea el tenor graso del animal (esto se debe a que los CTP, al poseer una fuerte adhesión a las grasas (son lipofílicos como los COP), se acumulan en el tejido adiposo de los animales). Una investigación realizada en 1996, en Veracruz, México (4), evaluó los niveles de plaguicidas organoclorados en la carne y la grasa de bovinos. El resultado del estudio concluyó que se hallaron diferencias estadísticamente significativas en los niveles medios de HCB en las grasas de la cavidad abdominal, así como entre los niveles de DDT total de la grasa abdominal. Los niveles de los plaguicidas organoclorados manifestados en las muestras revelaron la existencia de una contaminación mayor a la reportada en otros países.

Otro estudio realizado en 2005 (5), investigadores mexicanos analizaron los residuos de plaguicidas organoclorados en la leche cruda y pasteurizada de la zona metropolitana de Guadalajara, en México. La investigación encontró la presencia de aldrín, dieldrín, heptacloro y endrín en cantidades suficientes como para que el estudio concluyera que la leche en esta zona estudiada constituyera un riesgo para la salud del consumidor.

Algunas evidencias sugieren que la carne de pollo podría estar contaminada con diversas sustancias que pudieran ser nocivas para la salud humana. Esto se atribuye principalmente a dos razones: primero, que en el proceso de engorde de esta ave, que en pie no sobrepasa los 800 gramos a 1 kg, está siendo producido para su venta con un peso superior a 2 kg, y a veces hasta 3 kg. De no mediar manipulación genética esto podría lograrse mayormente poniendo en el alimento de los pollos una cantidad apreciable de ciertas sustancias hormonales promotoras del crecimiento que los hagan engordar y crecer rápidamente; y segundo, los alimentos balanceados con que estarían siendo alimentados contendrían suficientes concentraciones de compuestos orgánicos persistentes (COP) como dioxinas y furanos y una variedad de plaguicidas.

Si bien existen evidencias científicas del uso de promotores del crecimiento en el ganado bovino y porcino, no es así para el caso de los pollos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los COP tienen efecto de “disrupción endocrina” que podría explicar, en parte, la acción hormonal estrógeno-símil en los animales (sustancias sintéticas que imitan la acción del estrógeno), que podría ingresar al organismo humano a través de la dieta y ejercer un efecto nocivo. En este sentido, por ejemplo, un estudio realizado en México, cerca del complejo petroquímico de Pajaritos, en Coatzacoalcos, Veracruz, encontró concentraciones de dioxinas en huevos de gallina de corral, 19 veces por encima de lo normal y 6 veces superiores a los límites que establece la Unión Europea para estos productos. La presencia de hexaclorobenceno (HCB) fue una vez y media más alta que el límite impuesto por la Unión Europea. Esa misma relación se encontró con las concentraciones de policloribifenilos (PCB). Otro estudio realizado cerca de hornos de cemento en Minas, Uruguay, encontró contaminación en huevos de gallinas con dioxinas, policloribifenilos (PCB) y hexaclorobenceno (HCB) (6).

Los COP liberados al ambiente tardan muchos años en descomponerse; mientras tanto, se precipitan desde el aire hacia el suelo, vuelven a volatilizarse, viajan grandes distancias a través del aire y los cauces de agua, y pueden acumularse en huevos, productos lácteos, carne, peces y, de este modo, siguen la cadena alimenticia hasta llegar al ser humano. Estas tres sustancias (dioxinas, policloribifenilos y hexaclorobenceno) encontrados en los estudios pueden provocar severos daños en la salud humana como cáncer, perturbaciones hormonales y afectar el desarrollo cerebral de los niños que reciben estos compuestos en su vida diaria, y aun antes de nacer (llegan a traspasar la placenta), además, la madre lo transmite a su hijo a través de la leche materna (6).

Efectos en la salud de los contaminantes tóxicos persistentes (CTP)

Las consecuencias en la salud a mediano y largo plazo a causa de la exposición crónica a los CTP (incluidos los COP y los plaguicidas) pueden ser potencialmente muy graves y merecen verse con gran detenimiento. Si bien el impacto de la exposición crónica a los CTP es controvertido, tanto los estudios en animales y epidemiológicos como un gran número de observaciones clínicas han demostrado tener numerosos efectos nocivos, y en muchos casos irreversibles.

Carcinogénesis:

Existe gran preocupación a nivel de la salud infantil entre la vinculación con la exposición a plaguicidas y al aumento abrupto en la incidencia (nuevos casos) de cánceres como leucemia, sarcoma, linfoma y tumor cerebral, y se postula que es debido a la exposición de los padres y/o con hogares tratados con estos productos (7). Por otra arte, se cree que la exposición temprana en la vida sea la que desencadene el proceso de cancerogénesis y produzca la enfermedad en la etapa adulta. Por ejemplo, la incidencia elevada de cáncer testicular es motivo de preocupación, y la hipótesis prevalente es que se inicia en el periodo fetal, posiblemente por exposición a disruptores endocrinos, y se completa en la etapa adulta. En Suecia, un estudio de 44 madres de pacientes con cáncer testicular demostró que tenían niveles elevados de PCB, HCB, trans- y cis-nonaclordano, y otros clordanos. Se postula que la criptorquidia (descenso testicular incompleto) y el cáncer testicular se deben a niveles altos de estrógenos en el 1er trimestre del embarazo, y esta hipótesis se podría extender a los contaminantes ambientales con potencia estrogénica o anti-androgénica que tienen algunos COP (8). Con respecto al tumor de cerebro, un reciente estudio multicéntrico del IARC (International Agency for Research on Cancer) de 1.218 casos registrados en siete países (EEUU, Israel, Italia, España, Australia, Francia y Canadá), sugiere una asociación con la exposición materna a agroquímicos y otros factores presentes en zonas rurales (9).

Trastornos del desarrollo y la reproducción:

Algunos plaguicidas se vinculan a trastornos de la reproducción: aborto espontáneo, bajo peso al nacimiento, malformaciones y muerte neonatal (10). Los plaguicidas pueden afectar la reproducción humana, ya sea por toxicidad directa en los órganos reproductores o por interferencia con las funciones hormonales. Los efectos de los plaguicidas en la reproducción pueden incluir anormalidades menstruales, infertilidad masculino o femenino y perturbaciones hormonales. El desarrollo del feto es especialmente susceptible a los efectos de los plaguicidas. La toxicidad de los plaguicidas durante la gestación puede ocasionar abortos espontáneos, retrasos en el desarrollo, defectos congénitos y déficit funcionales. Estudios epidemiológicos con herbicidas como el glifosato (Roundup), han reportado tasas de fertilidad menores en los hombres expuestos comparados con hombres no expuestos, y también se ha reportado una caída entre el 50 y 80% de la fecundidad durante los periodos en que ambos integrantes de la pareja aplicaban plaguicidas (11).

Abortos espontáneos y niños nacidos muertos:

Numerosos estudios reportan abortos espontáneos y nacimientos con el producto muerto entre trabajadoras agrícolas. Debido a que las trabajadoras están expuestas a mezclas complejas de sustancias químicas, estos estudios no han podido establecer la conexión entre sustancias específicas y las tasas de abortos. Algunos estudios realizados entre esposas de trabajadores agrícolas muestran un incremento en el riesgo de abortar o de que el feto nazca muerto (11). Han sido encontrados mayores niveles de plaguicidas organoclorados en fetos abortados y en niños nacidos prematuramente que en nacidos a término (12). Además, mujeres que viven en comunidades que se abastecen con agua para beber contaminada por una variedad de herbicidas, incluidos atrazina –reportada en el estudio como de uso en el tabaco–, cyanazina y metolaclor, tienen 80% más de riesgo de sufrir retardo en el desarrollo intrauterino del feto, comparadas con otras que viven en comunidades similares abastecidas con el líquido no contaminado (13). El pentaclorofenol y el lindano han sido asociados con padres de niños que nacen bajos de peso o de talla menor al promedio (14).

Malformaciones congénitas:

Los defectos de nacimiento asociados con la exposición a plaguicidas incluyen paladar hendido, defectos en las extremidades, malformaciones cardiovasculares, espina bífida e hidrocefalia, criptorquidismo (descenso testicular incompleto) e hipospadias (malformación congénita del pene) (11). Las malformaciones congénitas se dieron en niños nacidos de padres trabajadores agrícolas, aplicadores de plaguicidas o no campesinos, pero nacidos en regiones con intensa actividad agrícola (11). Los defectos han estado asociados significativamente con el uso de 2,4-D y varios fungicidas. Los riesgos, tanto para los hijos de aplicadores de plaguicidas como para los nacidos del público en general, son mayores para los chicos concebidos en primavera, época de gran uso de plaguicidas en Minnesota (15). Comunidades en Iowa con elevados niveles del herbicida atrazina en el agua para beber registraron entre 2 y 3 veces más nacimientos con malformaciones congénitas, específicamente 3 veces más defectos cardiacos, 3 a 4 veces más defectos urogenitales y casi 7 veces más defectos de reducción de extremidades (13).

Disrupción endocrina:

Ciertos plaguicidas y COP alteran el sistema hormonal de las plagas así como el de animales, pero también pueden hacerlo en los humanos. Los disruptores endocrinos (DE) pueden ser de origen sintético (plaguicidas, contaminantes, productos industriales) o natural (hormonas, plantas. A bajas dosis pueden imitar el efecto hormonal, bloquearlo, o desencadenar una respuesta hormonal inadecuada. Dosis relativamente elevadas durante periodos críticos podrían interferir con funciones importantes del desarrollo y la reproducción, provocando esterilidad, disminución del número de espermatozoides y cáncer en órganos reproductores (16). Los COP se han vinculado a la incidencia elevada de hipospadias (malformación congénita del pene) (17). Varios plaguicidas imitan a los estrógenos (hormona femenina) en tanto que otros bloquean los andrógenos (hormona masculina) y las hormonas de la glándula tiroides (18). Fungicidas como el vinclozolin e iprodione son antiandrógenos (19). En el feto o el recién nacido, la alteración del sistema endocrino puede provocar secuelas permanentes en el desarrollo sexual mientras que, en la etapa adulta, es menos probable que esta alteración cause este efecto adverso en la salud (20).

Alteraciones del comportamiento

Se han demostrado alteraciones del desarrollo neurológico con disminución de la inteligencia y trastornos del comportamiento en animales de experimentación. Algunos compuestos organofosforados causan alteraciones neurológicas a largo plazo en trabajadores rurales que sufrieron intoxicación aguda (21).

Alteraciones inmunológicas

Se ha demostrado que algunos plaguicidas comprometen el sistema inmunológico. Si esto ocurre en la infancia, el riesgo de enfermedades infecciosas y cáncer es elevado, sobre todo en países donde el riesgo de infecciones es alto y la malnutrición es prevalente (número de casos) (1). La exposición a plaguicidas ha sido asociada con hipersensibilidad a sufrir dermatitis, asma o anafilaxis, así como inhibición de la función inmune y su consecuente susceptibilidad a patógenos infecciosos, reacciones autoinmunes y cáncer de las células inmunes. Los plaguicidas reportados como causantes de reacciones de hipersencibilidad en humanos incluyen: atrazina, paratión, diclorvos, captafol, folpet, captan, naled, maneb, zineb, ditianona y dinitroclorobenceno (22,23). Otros plaguicidas que se han asociado con síntomas de autoinmunidad en humanos son: clordano, heptacloro, pentaclorofenol y formaldehido (22).

Recomendaciones

Cualquiera podría pensar, y con suficiente razón, que frente a este panorama de descontrol en la inocuidad de los alimentos a causa de los tóxicos químicos, nada podemos hacer. Pero esto sería un error, ya que existen distintas alternativas tendentes a minimizar la exposición crónica de estas sustancias peligrosas que pueden ayudarlo a Ud. y su familia a disminuir el riesgo de sufrir graves enfermedades.

Sin lugar a dudas, la mejor alternativa para proveerse de alimentos saludables es consumir productos orgánicos que, no solo están libres de tóxicos químicos sino que, además, contienen todos los nutrientes que se necesitan para mantenerse saludable. Cuando hablamos de productos orgánicos nos referimos a toda clase de alimentos: agua, frutas, verduras, cereales, granos, semillas, frutos secos, y hasta carnes y huevos.

Si por alguna razón no pudiera tener acceso a ellos, ya que depende del lugar en que se encuentre viviendo; entonces puede hacer lo siguiente: 1) para las frutas y verduras, busque huerteros locales cercanos a su área que, la mayoría de ellos utiliza poco y nada de pesticidas, enriquecen la tierra con abonos orgánicos y riegan con agua de pozo o de lluvia; 2) para los cereales, granos, semillas y frutos secos, busque en las dietéticas que generalmente ofrecen productos orgánicos (también algunos supermercados tienen secciones de orgánicos); 3) para las carnes, tienen que ser animales de pastoreo (para los vacunos) y caminadores (para las aves), también, busque los huevos de campo (no los de producción industrial); 4) respecto al agua, de preferencia beba agua mineral de manantial, de lo contrario, tiene que tener un muy buen filtro en casa ya que la mayoría no filtran los insecticidas y otras sustancias tóxicas más pequeñas.



Referencias

1. (OMS4) Food safety programme. Department of Protection of the Human Environment. World health organization (WHO). Global Environment Monitoring System/Food Contamination Monitoring and Assessment Programme (GEMS/Food). Report of a Joint USFDA/WHO International Workshop on Total Diet Studies in cooperation with the Pan American Health Organization. Kansas City, Ms:WHO, july 1999.
2. Contaminantes químicos – Estudio de la dieta total de Cataluña (CQEDTC 2000-2002), 2005.
3. Schlimovich SE. Proyecto de Sensibilización y Educación sobre Factores Químicos Ambientales Determinantes de la Salud – Mapa Tóxico Químico de la Provincia de Entre Ríos. Consejo Federal de Inversiones (CFI), junio de 2010.
4. M. Real, A. Ramírez, E. Pérez y M. Noa. Residuos de plaguicidas organoclorados en leche cruda y pasteurizada de la zona metropolitana de Guadalajara, México. Rev. Salud Anim. Vol. 27 No. 1 (2005): 48-54.
5. Dioxinas, PCBs y Residuos. Preparado por el Grupo de Trabajo de la secretaría de la Red Internacional para la Eliminación de COPs (IPEN, por su sigla en inglés) REDES-AT (Uruguay), RAPAL (Uruguay) y Arnika Association (República Checa).
6. Zahm, S.H. and M.H. Ward, (1998) Pesticides and childhood cancer. Environ Health Perspect, 106 Suppl 3: 893-908.
7. Hardell L et al (2003) Increased concentrations of polychlorinated biphenyls, hexachlorobenxene and Chlordanes in mothers of men with testicular cancer. Environ Health Perspec Vol 111, number 7.
8. Efird JT et al, (2003) Farm-related exposures and childhood brain tumors in seven countries: results from the SEARCH International Brain Tumor Study; Pediatrics and Perinatal E idemiology 17(2):201-211.
9. Munger, R., et al., (19979 Intrauterine growth retardation in Iowa communities with herbicide- contaminated drinking water supplies [published erratum a ears in Environ Health Perspect 1997 Jun;105(6):570]. Environ Health Perspect, 1997. 105(3):308-14.
10. Giesy JP, Dobson S, and Solomon KR. (2000) Ecotoxicological Risk Assessment for Roundup(r) Herbicide. Reviews of Environmental Contamination and Toxicology 167: 35-120.
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12. Ronald Munger, Peter Isacson, Song Hu, Trudy Burns, James Hanson, Charles F. Lynch, Keith Cherryholmes, Paul Van Dorpe,4 and William J. Hausler, Jr. Intrauterine Growth Retardation in Iowa Communities with Herbicide-contaminated Drinking Water Supplies. Environmental Health Perspectives Volume 105, Number 3, March 1997.
13. Wilfried Karmaus and Nicola Wolf. Reduced Birthweight and Length in the Offspring of Females Exposed to Exposed to PCDFs, PCP, and Lindane. Environmental Health Perspectives Volume 103, Number 12, December 1995.
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